Nos equivocamos, frecuentemente, cuando violentamos los procedimientos. Y esta es una afirmación válida para todo cuanto hacemos, aun para nuestra dinámica cotidiana. Pero lo es, sobre todo, para la gestión de las cosas públicas y privadas.
En el ejercicio de la política obviarlos conlleva por lo regular un alto costo. Creemos que muchos de los escándalos de corrupción que hemos vivido, los del pasado y los de ahora, tienen que ver justamente con esta mala práctica de no acogernos a las normas esenciales para la conducción de administración pública.
Ninguna entidad puede funcionar sin tener sentido del límite, pues ahí reside el control de la misma, comenzando con la familia, y ahí está la solución.