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19 de abril 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

Cuántas “pendejadas” son habladas a nivel de la radio y la televisión local

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La verdad es que, cuando se oye hablar a muchos periodistas, comunicadores, y productores de programas radiados, como televisados, que en su mayoría lucen desafectos a pasados gobiernos, y al mismo presente, como imparciales también incluidos,   criticando, analizando, y externando criterios sobre las crisis que vienen azotando al país, de orden económico, político, como social, y que incurren en el error de estar lloviendo sobre mojado, creyéndose que están haciendo una gran labor, lo que más causan es risa, en vez de otra cosa.

¡Todo eso es bla, bla, bla! El pensar que algo se pueda resolver en ese sentido, a partir de cuántos comentarios y críticas se hagan, desde las cámaras y los micrófonos que se utilizar, es vana ilusión.

Máxime la apreciación, cuando se tiene presente que, la mayoría de aquellos parlantes tienen el concurso complementario de muchos “lambones” externos, llamados interactivos, que de seguro no participan a la gratis. Nadie con ocupaciones y responsabilidades que cumplir, se pone a estar llamando a esos programas. ¡No pierde su tiempo!

El estar hablando “pendejadas” en el orden de lo que se trata, constituye en algunos casos, el crear esperanzas que fuego resultan frustrantes; y, pecan de ser ilusos, los ingenuos oyentes cautivos de esos actuantes en tales medios de comunicación de masa. Con todas esas “pendejadas” cacareadas, nada se va a resolver en favor de las grandes mayorías nacionales. ¡Qué va! Procede recalcarlo.

Y es que, no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que, hasta que este pueblo, qué se da los gobiernos que se merece, conforme al predicamento sociológico famoso aquel, no se empodere, y se disponga sacar del del escenario político local, a todo este bandidaje del ejercicio de nuevo cuño, con excepciones contadas obviamente, ya bastante conocido incluso, y que ha venido gobernando el país, muy a su manera, durante las últimas décadas.

Obvio, se tiene comenzar por eliminar la forma en que opera esa “caja de resonancia” del Poder Ejecutivo llamada Congreso Nacional, como desde hace tiempo ha venido actuando. Hacerlo, a través de las buenas escogencias electorales, por las que deberá inclinarse la población.

No elegir a toda esa “claque” de analfabetos, de ineptos interesados en sí mismos solamente, que tan pronto logran alzarse con una curul congresual, se olvidan de la sociedad que sufragó por ellos. De lo contrario, todos los intentos reivindicativos que se hagan, se reportaran como fallidos.

La labor enmendatoria que promueva el pueblo, con respecto al pulcro y solidario ejercicio político nacional, debe iniciarse, precisamente, por el primer Poder del Estado, el Legislativo, a los fines de que ese cumpla con los roles que deben ser siempre de su competencia.

Entre esos, que se elaboren bien, se legisle con lógica, y se aprueben las leyes nacionales; que vayan a favorecer a la representación de la sociedad electora; al tiempo de, servir de contrapeso, y   control, en torno al accionar del Ejecutivo.

Que, en adición, deje de proceder como sello gomígrafo, para homologar simplemente el accionar de ese último, el Ejecutivo; que no se ponga de lado el actuar con la independencia mental requerida cada vez.

No es un gran “secreto”, entre los dominicanos, que el Legislativo nuestro, primer Poder del Estado nacional, está compuesto, en su mayoría, por gente que no califica para estar allí, debido a los compromisos diversos contraídos, y a las ineptitudes alarmantes que le caracteriza, factores que muchas cosas impiden.

Entonces, lo que deben procurar esos parlantes aludidos, “pantallosos” muchos de ellos, y que tantas “pendejadas” hablan, es tratar de concienciar a este pueblo, para que no continúa dejándose embaucar por todos estos políticos mercadeados, busca lo de ellos.

Y que solo procuran el continuar poniéndole los pies sobre el pescuezo al mismo, el pueblo pendejo, conjuntamente con los poderosos grupos económicos que aquí gravitan; a la gente componente, que no está pensando en la madeja enredada que le vienen tejiendo esos sectores, tanto a ella, como a las futuras generaciones.

Que se vote para que el país pueda ser enrumbado por nuevos senderos prometedores de bienestar y desarrollo; para que verdaderamente haya verdaderos cambios de significación, en todos los órdenes; no solo en los bolsillos, y las cajas de caudales de los políticos que de ordinarios se ofertan ante la población, como de los grupos que respaldan, incluso algunos de ellos, bastante conocidos ya, por sus ejecutorias antes, cuando estuvieron presidiendo el Estado nacional.

Ahí está la historia de cuánto ha ocurrido en este país durante las últimas décadas, por lo que no hay que estar inventando nada. ¡Qué se revise!

Lo recomendable sí que es entonces, el hacer borrar de la mente de estos avaros políticos, y desaprensivos por demás que se gasta la nación, las aventureras percepciones en base a la cuales siempre actúan, de que la gente aquí no conceptualiza, no piensa; como, de que el dominicano tampoco no tiene memoria.

Qué sepan esos “turpenes”, que todavía quedan ciudadanos en este país, para los cuales esos calificativos no aplican, y que podrían estar dispuestos a dejarlos con el moño hecho, como se dice popularmente, antes sus nuevos aprestos de alcanzar el poder local

Por supuesto, más que depreciable se reporta el ver, u oír, en estos tiempos. a algunas bocinas, que solo piensan en ir al Estado nacional en busca de puestos, cuando ganen sus seudo líderes, en procura de guisar ellos también, obviamente, alabándoles y recomendándoles, a pesar de que son personas que ya pasaron por el Palacio Nacional, y que no dejaron muy buenos recuerdos.

Eso, de cara al próximo proceso electoral a celebrarse en el país en el año 2024; y, que es gente que dejó improntas más que cuestionables durante sus gestiones gubernamentales.

Claro, parten esos que “hablan por otros, igualmente, de que los dominicanos no conceptualizan; que no piensan; como, de que tampoco tienen memoria. ¡Qué errados están, al generalizar!

 

Autor: Rolando Fernández

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