El asesinato de tres integrantes del equipo periodístico ecuatoriano que habían sido secuestrados en la frontera con Colombia es un hecho cruel, brutal e inexplicable. Sólo actores asociados con las cavernas pueden ejecutar una acción criminal como esa.
El equipo había sido secuestrado y se encontraba en cautiverio. Eso hace aún más cobarde el crimen merecedor del más absoluto reproche. Sus responsables no han podido más que cosechar el repudio mundial de todas las organizaciones y gobiernos que respetan la dignidad humana y la libertad.
De nuevo los periodistas pagan un altísimo precio por el ejercicio de la libertad, justo en una región como América Latina excesivamente violenta contra ellos.