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19 de abril 2024
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OpiniónGregory Castellanos RuanoGregory Castellanos Ruano

Crónica de una misión científica (VI)

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La extinción de los reptiles gigantescos:

Durante esos sextos aproximadamente ochocientos millones de años, la evolución en las condiciones de vida existentes en el planeta que se vino acondicionando condujo al surgimiento de las más variadas formas de reptiles, entre ellas verdaderas monstruosidades por el tamaño que lograron alcanzar hasta que empezó a surgir la especie antecedente inmediata de los tipos de los reptiloides inteligentes antagonistas por antonomasia de los seres que incidían sobre el planeta objeto de acondicionamiento.

Fue llegados a ese punto evolutivo cuando el Líder Supremo impartió la orden de localizar el meteorito gigante y, mediante un rayo tractor, conducirlo a ser colocado en un curso de colisión programada con exactamente un punto céntrico del planeta para crear las condiciones para extinguir a todas las especies de reptiles peligrosos que habían alcanzado aquellas formas monstruosas lo mismo que aquella forma antecedente evolucionada (inteligente) inmediata que comenzaba a manifestarse de los tipos de los reptiloides antagonistas  referidos.

Dicha destrucción era necesaria para poder pasar a la fase de inserción  del nuevo ser en el hábitat que finalmente se quería que existiese, además que no era el interés del Líder Supremo que en el planeta objeto de su atención pudiese haber predominio de sus antagonistas reptiloides. No tenían porqué hacerles ese favor a estos últimos.

Para dicha destrucción masiva fue localizado un meteorito enorme que medía más de once (11) kilómetros de diámetro, casi doce (12) kilómetros de diámetro. Hoy, hace unos sesenta y cinco (65) millones de años se produjo la entrada a la atmósfera de ese planeta, del meteorito buscado para hacerlo caer en una zona céntrica de lo que habría de ser una masa geológica de vastísimas proporciones, de carácter continental.

Aquella enorme piedra de casi doce (12) kilómetros de diámetros entró a la atmósfera del planeta a una velocidad tremenda que generaba una fricción tan grande que su masa rocosa se puso colorada, roja, se hizo ígnea, por el intenso calor que generó. Una larguísima, amplia y espesísima columna de humo era producida por la caída de semejante bólido y se esparcía a lo largo de su trayectoria de caída.

Aquella masa rocosa gigantesca produjo un evento de alta energía al impactar sobre el agua de un mar de poca profundidad produciendo una colisión que generó, por un lado, un hundimiento desgarrador, pues la velocidad con que el bólido impactó la masa de tierra y de roca del suelo produjo una gran fractura de tierra y de roca y fue penetrando hacia abajo. El calor del impacto generó grandes incendios en las tierras cercanas.

Al producirse el choque en cuestión una gigantesca explosión se dejó escuchar y las ondas de su terribilísimo sonido se expandieron por enormes cantidades de kilómetros.

La fuerza expansiva destruyó toda la población vegetal y toda la población animal por espacio de cantidades enormes de kilómetros. A la par que con gran violencia empujó el agua hacia fuera, hacia arriba y hacia los lados. Se creó una ola de unos mil seiscientos (1,600) metros de altura que igualmente siguió un curso arrasador de todo a su paso. El pulso de onda gigante se estrelló en las costas, a centenares de kilómetros del punto donde cayó el bólido.

Y cuando esa agua desplazada retornó de arriba y de los lados y tocó aquella piedra enorme que cayó ardiendo se produjeron otras reacciones violentísimas. Al producirse ese retorno del agua, esta empezó a llenar el cráter que el impacto había venido creando. Al agua entrar en contacto con las temperaturas elevadísimas de la piedra del meteorito generadas por la fricción creada con la atmósfera del planeta, unas humaredas enormes ascendieron hacia el cielo y se expandieron  hacia todos los lados.

Todo ese material, sólido y líquido, volvió al punto donde cayó el meteorito  por el pulso de onda de retorno.

Todo el azufre que existía en ese fondo marino golpeado fue expulsado a través de la vaporización del mismo.  Todo ese azufre, más de trescientos veinticinco mil millones (325,000.000.000.00) de toneladas, se mezcló con el agua y también fue a parar al aire de la atmósfera donde ocasionó su enfriamiento, que fue mortal para muchísimas especies de animales y de plantas, pero sobre todo para los reptiles, los cuales eran el objetivo real de aquella operación de exterminio. Fue así como aquellos viajeros del espacio lograron que  esos grandes reptiles se extinguieran y les abrieron la posibilidad del predominio a los mamíferos como parte del plan de que dentro de estos fuese la cabeza señera el ser con imagen semejante a la del Líder Supremo y su raza.

En el pulso de retorno o tsunami que tuvo la onda se transportaron enormes cantidades de escombros de todo tipo. Es decir, las olas se alejaron y volvieron a entrar.

El impacto provocó un enorme agujero, esto es, un enorme cráter en la corteza del planeta de cien (100) a doscientos (200) kilómetros de ancho y treinta (30) kilómetros de profundidad. Hoy, gran parte del cráter está enterrado en la alta mar de ese planeta, debajo de unos seiscientos (600) metros de sedimentos.

Todo los efectos de la colisión eran monitoreados desde la nave espacial principal por el Líder Supremo y sus asistentes.

Producido todo aquello y habiendo aparecido bastante millones de años después (que para la raza exploradora eso era prácticamente nada en el tiempo) diversas especies del nuevo ser tosco que fueron evolucionando, llegó un momento en que se consideró que el experimento podía comenzar a realizarse, que las condiciones estaban dadas para ello.

Por Gregory Castellanos Ruano

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