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23 de abril 2024
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OpiniónVladimir ZaemskyVladimir Zaemsky

El cristianismo como elemento que mancomuna a Rusia y América Latina

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Durante muchos siglos dos iglesias cristianas, la ortodoxa rusa y la católica romana, a pesar de tener una raíz común se desarrollaron aisladamente. Intentos de establecer un diálogo entre las mismas fracasaban.

Es sólo en febrero de 2016 que las dos iglesias pudieron superar las diferencias que existen entre ellas y organizar un contacto directo entre sus más altos jerarcas.

Tras aquella histórica reunión entre el Patriarca de Moscú y Toda Rusia Cirilo y el Papa Francisco en La Habana se intensificaron de manera enérgica los contactos directos entre las dos iglesias. La reunión no fue dedicada a problemas de teología, sino a cuestiones de fondo que preocupan al mundo entero.
Entre ellas: protección de los cristianos sometidos a persecuciones y sufrimientos, lucha contra el terrorismo, la situación en Ucrania.

En la declaración conjunta los dos jerarcas exhortaron a sus iglesias a defender la paz, promover la cooperación entre los ortodoxos y católicos para proteger los cimientos cristianos de la civilización contemporánea.

Se destacó el valor de la familia y el resguardo de la vida a partir de la concepción.
Estos contactos así como los encuentros del Presidente de Rusia Vladimir Putin y el Canciller Serguey Lavrov con el Secretario de Estado de Vaticano, Pietro Parolín, realizados el pasado mes de agosto, reafirmaron la cercanía de las dos iglesias en cuanto a los problemas internacionales clave, incluyendo la lucha contra el terrorismo y el extremismo religioso, facilitación al arreglo pacífico de las crisis, la defensa de cristianos en zonas de conflicto, valores humanistas y el desarrollo del diálogo entre religiones y civilizaciones.

Es de subrayar que Rusia y la Santa Sede cooperamos efectivamente en la arena internacional a base de la sintonía de los enfoques conceptuales de la política exterior.
Ambos reconocemos la supremacía del Derecho Internacional y el rol central de la ONU en los asuntos globales.

Compartimos posturas frente a una serie de cuestiones, entre ellas, la lucha contra la intolerancia religiosa, promoción de valores de familia, defensa de los derechos de los niños. Estamos interesados en seguir trabajando junto con la Santa Sede con el fin de contrarrestar mediante mecanismos de defensa de derechos humanos de la ONU a los destructivos conceptos neoliberales.

Asimismo se impone la cercanía de los enfoques de Rusia y los Estados de América Latina.
Cabe destacar que sobre el trasfondo de la crisis de fe que experimenta últimamente Europa y América del Norte son América Latina y Rusia que deben cumplir el especial cometido de preservar el cristianismo.
Las escisiones existentes entre Oriente y Occidente y entre ortodoxos y católicos se deben al contexto histórico europeo, no fueron originadas en América Latina o Rusia, sino heredadas por éstas. Los cristianos de ambas áreas cuentan con un amplio potencial para poder cooperar en cuestiones que atañen a toda la humanidad.

Los contactos entre la iglesia ortodoxa rusa y los países de América Latina tienen una larga historia. En mayo pasado celebramos 230 años del histórico encuentro de Francisco de Miranda con el Arzobispo de Moscú Platón.
En la reunión el jerarca ruso aconsejó al Sr. Miranda a visitar el Cenobio de la Trinidad de Sergio para impregnarse del espíritu de la ortodoxia rusa y entender mejor el alma del pueblo ruso. Precisamente eso fue lo que hizo el Generalísimo Miranda, dejando una nota en su diario sobre la visita al Convento.

En el año 1901 fue construido el primer templo ortodoxo de la Santísima Trinidad en la tierra latinoamericana, en la capital argentina Buenos Aires. Ahora casi en todos los países del continente hay iglesias ortodoxas.

En el año 2008 el Patriarca Cirilo – en aquel entonces titular de la Sección de relaciones exteriores de la Iglesia Ortodoxa Rusa– en su gira por los países de la región visitó a Venezuela.

Tras esta visita el Patriarca confesó que la gira le dio la posibilidad de sentir los problemas reales de los pueblos latinoamericanos y reveló que los mandatarios de estos países tienen anhelos de garantizar un desarrollo sostenible de sus Estados y pueblos.

Podemos destacar los rasgos espirituales fundamentales que unen a los rusos y los latinoamericanos: una fe ferviente “de millones de personas” que juega un papel importante en la vida espiritual e intelectual de nuestras sociedades, el afán por asegurar su desarrollo progresivo, el acentuado sentido de justicia, el amor a la libertad, y una relación entre rusos y latinoamericanos abierta, humana, llena de emociones positivas.

Nuestros países comparten la misma visión del mundo y los misterios de su existencia.
Además, como precisó el Patriarca durante su encuentro con los embajadores de países latinoamericanos en junio pasado, podemos constatar la afinidad de los fundamentos morales en Rusia y América Latina.

En este sentido parece muy importante tocar el tema de los aspectos ético-morales del desarrollo económico.
La globalización contemporánea fortaleció a los super-ricos, a los poseedores de recursos materiales y financieros exorbitantes que disponen de un poderío superior al de los gobiernos y los pueblos.

Tal situación difícilmente se articula con la democracia.
En Rusia estamos convencidos de que el desarrollo científico-técnico no debe ser acompañado de fenómenos deshumanizantes para la sociedad. La economía no puede crecer únicamente en aras del enriquecimiento material, sino favorecer al desarrollo multifacético del individuo.

Una vía justa reside en la conjunción estrecha entre el cristianismo, el sistema estatal y un proyecto de beneficio social.

Es por ello que Rusia y América Latina se ven unidos en su aspiración por construir economías socialmente orientadas, superar la pobreza, administrar el poder de forma transparente, brindar más educación y cultura al pueblo a la par con el desarrollo espiritual.

Nuestros países deben promulgar unas relaciones pacíficas, de respeto mutuo entre los pueblos, construir un diálogo y una cooperación más intensos en todos los ámbitos, incluyendo el espiritual.

El autor es Embajador ruso en Venezuela, República Dominicana y Haití

 

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