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24 de abril 2024
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OpiniónElvis ValoyElvis Valoy

Crisis mundial en el  partidismo tradicional 

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La caída del Muro de Berlín trajo consigo una nueva correlación de fuerzas en todos los órdenes, en donde los partidos políticos no escaparon a la nueva realidad que se empezó a vivir en todo el globo terráqueo.

 A raíz de la desaparición de la ex Unión Soviética, los grandes centros de poder mundial no vieron necesidad de continuar apoyando el sistema de partido, que ya empezaba a  dar muestras de agotamiento.

 El lugar estelar que hasta ese momento habían ocupado los agrupamientos partidarios mundiales comenzó a ser sustituido por las organizaciones civiles, como son ong, fundaciones, etc.

 Con el bloque socialista fuera de juego, el poder mundial vio innecesario continuar fomentando a la  partidocracia del sistema, y los debates que hasta ese instante eran parte de la cotidianeidad, pasaron a ser irrelevantes.  

 Pero igualmente al desaparecer la URSS la gran mayoría de los partidos comunistas se hicieron casi inexistentes, tal es el caso del Partido Comunista Italiano, que llegó a ser una de las maquinarias más poderosas de todo occidente.   

Luego de finalizada la Guerra Fría, se inició la cuenta regresiva de la mayoría de los agrupamientos partidarios a escala planetaria.

 Los primeros en sentir los embates de la crisis que ha zarandeado hasta los intersticios organizacionales de la partidocracia fueron los partidos de la socialdemocracia, los cuales, en su gran mayoría no han vuelto a recuperarse de los embates de un sin número de dificultades que han imposibilitado su recomposición.

 Aquella impronta dejada por la socialdemocracia en términos de reformas sociales y económicas, principalmente en Europa, ha ido extinguiéndose con el deambular del tiempo, pasándose a la aplicación de políticas neoliberales, que a veces anulan paulatinamente el estado de bienestar social que tan buenos resultados le dio a Europa.

 Como verbigracia está el Partido Socialdemócrata Sueco, que ha sido el artífice del desarrollo de ese país escandinavo, y a pesar de eso se ha visto en algunas coyunturas fuera del poder. Actualmente el primer ministro Stefan Lofven es el presidente de la agrupación partidista que aglutina a la socialdemocracia en Suecia.   

 Uno que sintió las transformaciones en el nuevo contexto es el todopoderoso PSOE español, partido que marcó un antes y un después llegada la democracia a España hace cuarenta años, y que su abandono de las reformas lo ha hecho  desenvolverse de problemas en problemas, amenazando las nuevas coyunturas con desplazarlo para ser sustituido por Podemos, que parece quitarle el espacio ganado hasta en la lucha por las libertades en la historia de la sociedad ibérica.

 Mirando más hacia el norte está el Partido Conservador de Inglaterra, bajo la batuta de Theresa May, que acaba de perder su mayoría en la cámara de los Comunes, logrando una significativa presencia en esos estamentos el Partido Laborista, ahora capitaneado por Jeremy Corbyn, quien como buen camaleón de este tiempo, trata afanosamente de desembarazarse  de todas las posiciones asumidas en el pasado, y decir digo donde realmente dijo Diego.    

   Misma suerte han corrido los partidos demócratas-cristianos, los cuales no han vuelto a exhibir los triunfos obtenidos en tiempos pasados.   

 En América la suerte de los partidos políticos no ha sido diferente a la de Europa. El PRI de México, que retornó al gobierno central de la mano de Enrique Peña Nieto, le pende la espada de Damocles para las próximas elecciones en el país azteca.

 Si analizamos los resultados electorales en los Estados Unidos, veremos que al tradicional Partido Republicano (GOP), con toda una diseminación de cacicazgos a lo largo y ancho del mapa norteamericano, fue  “asaltado” por  alguien, Donald Trump, que nunca había pertenecido a sus filas, y que se impuso al viejo liderazgo existente.

 De su lado, el partido del burro no se recupera de la derrota sufrida en las últimas elecciones, en donde su candidata Hillary Clinton cayó vencida ante el candidato del elefante, Donald Trump.             

 Bajando a Suramérica, el PT de Brasil, fundado en 1980,  pasó de ser un partido reformador en la oposición, a una organización neoliberal en el gobierno. Al decir de algunos analistas, el Partido de los Trabajadores brasileño cambió su estructura conformada por militantes, por clientes políticos, lo que le ha granjeado una poderosa crisis.

 La Alianza Popular Revolucionaria Americana (Apra), fundado por el gran pensador Víctor Haya de la Torres no es ni señal de lo que fuera en el último tercio del siglo veinte en Perú.  

 En Venezuela los partidos Acción Demócrata (Adeco)  y COPEi prácticamente desaparecieron de la vida en ese país. La corrupción y el populismo en los gobiernos de esos dos agrupamientos partidarios los condujo a su extinción.

 En cuanto al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), éste supo superar el bipartidismo reinante en la centuria pasada, en donde tanto el PRD como el PRSC se dividieron las simpatías de la población dominicana. Sin embargo, es aun prematuro establecer a ciencia cierta el futuro de esa agrupación partidaria, que se mantiene actualmente ejerciendo el poder, y las encuestas lo sitúan en una cimera posición.

  Pero a grandes rasgos es evidente que los partidos políticos navegan por un mar de contradicciones e incertidumbres, que más que fortalecerlos, dan tónicas de agotamientos con tendencias a desaparecer del firmamento. Pareciera como que su razón de ser ha quedado en el pasado.     

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