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19 de abril 2024
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OpiniónErnesto JiménezErnesto Jiménez

Crecimiento económico y desarrollo social

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“Estamos pasando rápidamente de una economía monetaria a una economía centrada en la satisfacción con la vida”. Martin Seligman

La correcta definición de un concepto es indispensable a la hora de entender cualquier fenómeno natural o social que se desee estudiar. Esto así, porque solo a partir de dicha comprensión es posible formular estrategias en aras de moldear o inclusive transformar estos fenómenos en elementos provechosos para la humanidad. Por esta razón, resulta sumamente preocupante la permanente confusión existente entre el significado del término crecimiento económico y el concepto desarrollo social. Elementos que, no obstante ser consustanciales, engloban diversas aristas de magnitud variable en el devenir de una sociedad.

El crecimiento económico, en términos llanos, se puede definir como el incremento cuantitativo de las variables fundamentales que determinan la producción total de la economía en un período de tiempo determinado. Sin embargo, este aumento del producto nacional no es un reflejo absoluto de las condiciones materiales de existencia de todos los sectores de la sociedad.

Esto así, porque los elementos heterogéneos que componen el producto interno bruto (PIB) de un país no inciden en igual medida en el bienestar de todos los ciudadanos.

En cambio, el desarrollo social es el aumento cualitativo de las condiciones materiales de existencia de los habitantes de una zona determinada. Es decir, es una condición socioeconómica que genera los medios sociales que posibilitan mayores niveles de prosperidad.

Esto sí se refleja directamente en una ampliación de las capacidades y competencias humanas para satisfacer sus anhelos y necesidades (libertad, alimentación, salud, educación, transporte y vivienda). Por tanto, esta concepción, como medida de bienestar, es mucho más abarcadora que el simple incremento de la producción en la economía nacional.

Es evidente que, al analizar ambas definiciones, saldrán a flote las enormes diferencias entre el crecimiento económico y el desarrollo social. Sencillamente porque —simplificando los términos aún más— el crecimiento ocurre cuando todo lo producido por un país en un año es mayor que lo producido el año anterior; pero el desarrollo se hace realidad cuando ese crecimiento se genera y distribuye a partir del esfuerzo de toda la población, de modo que contribuye determinantemente a mejorar los niveles de vida de toda la sociedad en su conjunto.

Sin embargo, no obstante las profusas explicaciones y aclaraciones esgrimidas por diversos especialistas sobre la innegable diferencia conceptual entre crecimiento y desarrollo, la confusión se mantiene; en especial, porque suele ser alimentada por intereses políticos que utilizan el aumento de mediciones monetarias —como el PIB— como buque insignia del éxito de una gestión gubernamental, obviando adrede, que existen otros indicadores que muestran con mayor certeza las amplias transformaciones que puede experimentar una sociedad.

Dentro de los cuales, se encuentra un indicador fundamental, llamado Índice de Desarrollo Humano (IDH), elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Este indicador —que surge como una iniciativa del economista paquistaní Mahbub ul Haq y fue elaborado en base a las ideas del economista indio Amartya Sen— clasifica los logros medios de los países en 3 grandes dimensiones de desarrollo humano, las cuales son: Una vida larga y saludable, conocimientos adquiridos y dignidad humana. El resultado final del IDH está compuesto por los índices normalizados de cada una de estas tres dimensiones.

Este tipo de instrumentos para cuantificar el desarrollo humano de las naciones tiene la sobresaliente facultad de evidenciar que el progreso de los pueblos no está exclusivamente condicionado por el incremento de las rentas nacionales.

Debido a que existen múltiples elementos como la criminalidad, la exclusión, la corrupción y la marginalidad que, aunque perturban sensiblemente el progreso de los pueblos, son perfectamente capaces de convivir en escenarios de estabilidad y crecimiento. Por tanto, es necesario insistir en que crecimiento económico no necesariamente es igual a desarrollo; sin embargo, no se debe caer en el error de soslayar que, los incrementos productivos posibilitan la creación de condiciones sociales que den paso a mayores niveles de desarrollo, progreso y bienestar.

Por Ernesto Jiménez

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