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23 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

Concertación y justici

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La concertación política y la aplicación de una justicia independiente siempre han estado contrapuestas en la historia dominicana. La ley no ha pasado a ser apéndice de los gobernantes de turno, y el consenso ha sido una falsa bandera para que se imponga la voluntad del caudillo.

Con promesas de cambios, queda ahora por ver hasta donde  se puede llegar en un real consenso partidista y político, y que la justicia se ponga la venda y de nuevo tenga en sus manos la pesa para verificar  que no se inclina hacia ningún sector.

La concertación política no puede ser convivir para llegar a acuerdos, y como en el pasado, utilizarlo para detener el sector judicial. También se debe tener en cuenta que si el rol de los tribunales está prejuzgado y encuentra a culpables sin suficientes pruebas, se estará haciendo un gran daño al país.

Lo mejor sería ahora partir de cero. La justicia siempre ha sido débil, por lo que se debe buscar concreto armado para construirle las piernas. Su pensamiento debe estar centrado en las necesidades de redención de la comunidad, sin cometer injusticias, pero tampoco dar pie a los privilegios.

El peso político en nuestra historia reciente, ha estado por encima de cualquier otra consideración de la vida pública. El poder que da el mando absoluto obnubila en muchas ocasiones a los hombres, y les hace tomar decisiones que sepultan a la democracia.

De hecho aquí se vive una máscara de democracia. Nunca ha sido funcional. Siempre está de un lado, y se pierde en  la lejanía la máxima de que la democracia es el gobierno del pueblo y para el pueblo.

Pero hay una democracia valedera, que hay que construir hoy. La República Dominicana vivió en el siglo 20 una eternidad de dictaduras, montoneras, gobiernos despóticos, revoluciones, golpes de Estado,  sátrapas ilustrados y Constituciones que no eran más que un pedazo de papel.

Hay que comenzar a echar agua al árbol de la libertad y del respeto a las instituciones y al individuo. El respeto es una palabra hueca para los prepotentes, y los que se creen con derecho a vida y hacienda. De estas ruinas, tiene que renacer una nueva República Dominicana.

Los cambios no los puede hacer en solitario ni un hombre ni un partido, para ello necesita la colaboración y el esfuerzo de todos los sectores de la vida nacional. Hay que dar confianzas para ganar confianza.

Con  tantos  problemas encima hay que tener fe en que el país se fortalecerá institucionalmente y que el derecho a conocer y practicar la verdad será una acción de cada día. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

Por Manuel Hernández Villeta

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