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23 de abril 2024
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OpiniónClemen García DClemen García D

Con Alfredo y Esperanza

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Mi profesor, colega y mejor amigo, Alfredo Freites me reclamó estar “atajando para que otro enlace”. Que no podía ceder mi espacio de tanto tiempo en el ámbito de opinión pública a nuestra común amiga Esperanza C. Aguirre. ¡Y lo hizo con ella presente!

Es cierto, tiene toda la razón. En eso de ceder espacios soy una experta, nunca he peleado por ellos y cuando a alguien le ha motivado ocupar el mío, lo he cedido sin chistar.

Pero esta vez reconozco que no es el caso. Esperanza, al igual que yo en su momento, ha recibido apoyo para -a través de mi- expresar lo que con derecho le asiste. Que no estemos de acuerdo en muchos de sus planteamientos, es verdad. Que amo la libertad con que se expresa y vive, también es verdad. Es de armas tomar la española.

En varias ocasiones, los tres, hemos tenido interesantes y caldeados debates. Por momento olvidamos de quién hablamos a la hora de juicios valorativos; al no tener preferencias retomamos el camino luego. En nosotros no hay perdones ni excusas, todos adultos y curtidos en estas lides.

Pero está ocurriendo una especie de cambio en mi que, aunque quisiera, no se cómo explicarlo.

No se si es la pandemia, o los años calendario, si es hormonal o si es gadejo. Probablemente, algunas decepciones y desafectos me han replegado. Siento la necesidad de bajar la marcha, de repensar mis próximos años -si son años- o tiempo que me quede de existencia en este plano terrenal. Calidad de vida, le llamo.

Ya lo decía en artículos anteriores: no es que desaparezco, solo estaré administrando mis salidas y mi opinión públicamente. Mi aura emocional demanda que cuide del alma, de mi salud, de mi entorno. Que me enfoque en asuntos importantes que todavía quedan por resolver.

Mi hijo, por ejemplo. Debo dar seguimiento a su etapa de transición (adolescencia y universitaria), que todo marche bajo orden divino, para dejarlo como el avión aquel que el presidente Joaquín Balaguer hizo alusión en el traspaso de mando presidencial del 1996. Listo para el despegue exitoso en su vida adulta en donde las responsabilidades no se transfieren, sino que se asumen.

No tengo otra herencia que dejarle que no sea la que me han plantado sus abuelos: respeto, trabajo, dignidad, conocimiento, humildad, ser valiente y agradecido. Una crianza en valores que se inculca desde el vientre. He puesto empeño en esa inversión, sus frutos son visibles, a Dios gracias.

Imposible que mi voz, mi pensar o mi accionar se apaguen. Solo con la muerte. Y tampoco habrá oposición o resistencia en ese viaje, porque cuando sea mi tiempo, también para ella estaré lista.

Con Alfredo guardo una relación de afecto, camaradería y mucho respeto. Es mi diccionario de consulta para muchos temas. Es un caballero, en toda la acepción de la palabra. Y con Esperanza, ni hablar. Es el volcán que ya muchas quisiéramos ser.

A los dos, los quiero de verdad. Siempre estarán en ese rinconcito especial de mi corazón. Y a pesar de ausencias administradas, aún estoy viva, aún estoy de pies.

Por: Clemencia García Damirón

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