Para algunos teóricos de la comunicación como es el caso de Mcluhan, Casas y Umberto Eco, por citar algunos, en la actualidad vivimos en una «sociedad de la comunicación». Esta sociedad se caracteriza por la intensificación de la información (comunicación) a través del uso de la tecnología. Sin embargo, el impacto de esa tecnología se ha convertido para el mundo, en un arma de doble filo, debido, en gran medida, a la enorme cantidad de información que circula a través de los medios electrónicos, y, por su puesto, a la poca capacidad de controles que por su naturaleza no es posible emplear sobre ellos. En tal sentido, hay que señalar que en la actualidad muchos países han tomado medidas legislativas, que si bien es cierto no resuelven el problema en su totalidad, no menos cierto resulta el hecho de que pueden mitigarlo en la medida de lo posible. Por consiguiente, una buena recomendación sería crear leyes que persigan incrementar las sanciones existentes en otras legislaciones vigentes, en el caso de República Dominicana, de manera que en la medida que exista un régimen de consecuencias para quienes violen esas medidas, en ese mismo orden bajarían las infracciones.
En ese sentido, las llamadas redes sociales, han provocado un golpe enorme en la actualidad, en cuanto a la manera de comunicarse; un ejemplo de esto se puede observar en un artículo de la revista estadounidense Top Ten Economía, el cual revela que, de las diez principales industrias del mundo, las cuales han registrado mayor crecimiento en los últimos años, las dos principales son tecnología y comunicación. En tal sentido, esa misma revista señala que, de las diez compañías con mayor crecimiento en el mundo, están Tencent y Facebook (Meta), ambas pertenecientes a la rama de la tecnología, y BT en la rama de las comunicaciones.
A todo lo expuesto, no se puede negar en modo alguno la importancia que representa la comunicación para la sociedad; pues sin ella, resultaría imposible no solo el crecimiento y los avances de la humanidad, sino, además, la permanencia del ser humano en el planeta. La comunicación permea todas las clases sociales, aunque, obviamente, en cada una de forma particular, de acuerdo a los niveles de los individuos, por ejemplo, no es lo mismo la comunicación, o más bien, el acceso entre las clases altas, medias y bajas.
Finalmente, en cuanto a los valores y los medios de comunicación, en la actualidad se percibe una amplia difusión de los llamados antivalores; en el caso de la radio, las redes sociales y el uso de la internet, por ejemplo, se promueve de forma indiscriminada y abierta la obscenidad, a través de algunos géneros musicales, específicamente de la llamada «música urbana». En el caso de la televisión, las llamadas «narconovelas» son pautadas a horarios inadecuados, ante la mirada indiferente del Estado dominicano, que tiene la responsabilidad de tomar acciones de control ante esa situación, tal como sucede en algunos países.
Como ejemplo de control de difusión de contenidos, podíamos mencionar a países como Venezuela, por solo citar un ejemplo, en donde ese tipo de producto audiovisuales está prohibido tajantemente. Además, está el caso de Cuba, donde los controles aún son más estrictos. En conclusión, tanto la promoción de los antivalores, como la no promoción o no difusión de los valores a través de los medios de comunicación, constituyen un caldo de cultivo para el incremento de algunos problemas sociales, tales como la delincuencia, el consumo de drogas, entre otros. Además, estos abonan el camino para la consumación de uno de los principales problemas que nos aqueja hoy día: la violencia hacia las mujeres, y, en última instancia, contribuyen al incremento de los feminicidios y otros males sociales.
Por José Santana