Desde la formación del universo y la aparición de vida en el planeta tierra, ha caracterizado a la especie animal la lucha por el poder y territorio. El humano como ser superior en la tierra se ha encargado de perfeccionar y sofisticar estas luchas, provocando esto una amenaza letal para nuestra misma especie, pues el desarrollo ha sido tan fino y efectivo que pudiera quedar extinta la raza humana.
Hemos luchado desde hace siglo por mantener nuestro poder, por ampliar nuestros territorios y por lograr someter a gran parte del mundo. Esto sucedía sin mayores resquemores pues el soldado luchaba por estatus, por respeto, por grandeza; y los conquistados aunque hicieren resistencia preferían someterse y aceptar a un rey para no morir, valiéndose de la idea de que este había sido elegido por la divinidad para gobernar.
Pero el mundo cambió, su gente cambió, las sociedades cambiaron y para aquellos sedientos de poder esto ha sido un dolor de cabeza. Someter a países y regiones cada día se hace más complicada, pues las sociedades defienden sus derechos, sus propiedades y su suelo patrio. Mantener la hegemonía cuesta cinco veces más y por ello hay que sacrificar lo que sea necesario, se debe “cubrir de pieles negras el corazón”.
La incertidumbre ha hecho rehén a al mundo, pues grandes potencias se han hecho serias advertencias que mantienen en vilo las relaciones diplomáticas y la paz parcial entre estas. Estado Unidos en su intento por mantener el control dentro de la complejidad de un mundo moderno y Rusia haciendo resistencia a los deseos del imperio norteamericano, Corea del Norte por su parte desafiando el poder estadounidense.
Sin duda, el mundo vive uno de los momentos más tensos y desafiantes desde el fin de la guerra fría, y sería menester de la comunidad internacional mediante las organizaciones que la agrupa, buscar alternativas para disminuir las tensiones y evitar que estas poderosas potencias entren en un conflicto velico, que sería la puerta al apocalipsis.
La suerte del mundo recae sobre los hombros de las grandes potencias del mundo y sus líderes, se hace inevitable llamar a la sensatez y buscar un gran acuerdo entre naciones que permita garantizar un futuro prospero y en armonía para el mundo, aunque esto parezca una quimera. El mundo debe estar a la expectativa de los pasos y decisiones de nuestros gobiernos y lideres.