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24 de abril 2024
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OpiniónFélix Nova HicianoFélix Nova Hiciano

Chavismo, 20 años después

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Venezuela está herida en el corazón; estamos al borde de un sepulcro. Pero como los pueblos no pueden morir, porque los pueblos son la expresión de Dios, (…) más allá de toda esta catástrofe inmensa, hoy en Venezuela estamos viviendo una verdadera resurrección (…) Yo llamo a que unamos lo mejor de nuestras voluntades, porque es el momento de salir de la tumba

El discurso, fue pronunciado por Hugo Chávez el 2 de febrero de 1999, ante el Congreso Venezolano. El teniente coronel. Que había ganado las elecciones del 6 de diciembre de 1998 con el 56,2% de los votos, hizo su toma de posesión una descripción lapidaria sobre el estado de Venezuela, y prometió un futuro de prosperidad para todos.

 

El chavismo, como se conoce en Venezuela al movimiento que intentó asaltar el poder por las armas en 1992 y luego lo obtuvo con votos seis años después, que irrumpió como un tsunami en 1999 y acabó con el viejo sistema político venezolano pulsando el botón que paralizó el bipartidismo en Venezuela y las instituciones como se conocían hasta entonces es ese país.

Su primera gran promesa, cambiar el modelo político a través de una reforma constitucional se puso en marcha muy pronto. El resultado en sus páginas fue la refundación de una Venezuela que se convirtió en “República Bolivariana”, integrada por cinco poderes públicos y de letra muy avanzada en materia de derechos humanos, pero que fuera de ellas comenzó a galopar con conceptos como “alianza cívico militar” y “cúpulas podridas”.

Con el primero, el nuevo mandatario desdibujo las fronteras de la participación militar en la política. Con el segundo se organizó lo que sería una lista interminable de enemigos: los partidos tradicionales, la clase empresarial, la Iglesia, los medios de comunicación. La retórica del tablero de juegos se apropió de la política nacional pero no como un ajedrez tradicional.

El resultado inmediato tuvo algunos altos. No fue poca su audacia para fortalecer a la OPEP, lo que reflotó el mercado petrolero en un esfuerzo conjunto que rescató a los precios del crudo. La nueva oleada de recursos, de la mano de Hugo Chávez, de discurso sensible y cercano a los desposeídos, contagiaba de optimismo.

El chavismo al dejar de lado a la clase media, que después se volvió parte de sus mayores rivales, el gobierno bolivariano se dedicó  la atención en los mayoritarios grupos pobres, que siempre fueron su principal piso político. Con la profundización de la crisis económica el respaldo a la pobreza se fue erosionando.

Hoy, tras 20 años de hegemonía de su proyecto político, el país atraviesa una crisis más terrible que cualquiera de las que conoció en el pasado. El gobierno de Nicolás Maduro que lo sucedió en la presidencia el 5 de marzo de 2013, quien fue elegido y preparado por el mismo Chávez en sus últimos meses de vida, parece al borde del colapso.

Ya no presumen los herederos de Chávez de “unidad monolítica”: desertores y expulsados abrieron tienda aparte y le critican con fiereza en cualquier espacio que encuentren, mientras que el pueblo llano abandona el movimiento en medio del descontento generalizado.

Especialmente durante el Gobierno de Nicolás Maduro, quien además ha tenido que hacer frente a la caída de los precios petroleros y el desplome de la producción de la principal empresa del país, PDVSA.

“Es sencillo, lo hizo mal”, dijo el disidente chavista Nicmer Evans, hoy aliado de la oposición, sobre la gestión de Nicolas Maduro, quien gobierna desde 2013 y hace frente el desconocimiento de buena parte de la comunidad internacional.

Bajo su mandato, la economía venezolana se contrajo mas del 50%, de acuerdo a cifras del Parlamento, pulverizando la esperanza de movilidad social que engrosaba de entusiastas adeptos las filas del chavismo.

En Maduro, vemos una falta de carisma, en contraste con el poder que ejercia sobre las masas su mentor, Hugo Chávez, cosa que es visible ya que si lo hubiese hecho bien con la gente, aun a pesar del caos de la estructura económica y la violación de derechos humanos, si lo hubiese hecho bien con la gente, la gente estuviese defendiéndolo.

Esa distancia de Maduro con la gente ha venido costándole votos al chavismo: más de 600,00 en 2013, 1,3 millones de simpatías en las últimas elecciones en mayo, que gano el llamado “presidente obrero” en medio  de denuncias de ilegalidades y fraude, y que son la fuente de “ilegalidad” que le endosas los opositores.

Esta ha sido el argumento del que se ha valido el Parlamento de mayoría opositora para apoyar el presidente de la Cámara, Juan Guaidó, que recientemente anunció  asumir las competencias del Poder Ejecutivo como presidente interino que lo ha llevado al país a nuevas protestas en la que se le llama a Maduro “usurpador”

Con todo, el chavismo gana las elecciones, y con la holgura de quien está en el tope de las preferencias, triunfos calificados como “fraudes” por la oposición que recuerda que el Electoral está controlado por el oficialismo. Maduro se impuso con casi 47 puntos de ventaja sobre su mayor contendor, un antiguo aliado del oficialismo que no termino de convencer de su nueva militancia a los opositores, y en los comicios de alcaldes y gobernadores el chavismo arrasó.

Justo ahora, cuando se cumplen 20 años de la llegada de Hugo Chávez, el movimiento que fundó luce contra las cuerdas por la inmensa presión social e internacional que ha llevado al desconocimiento de la legitimidad del nuevo periodo de Gobierno de seis años de Maduro.

Y en vez de arroparlo, la base del chavismo mira con apatía la crisis que amenaza con dinamitar a la corriente que por dos décadas ha dominado la política venezolana

 

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