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25 de abril 2024
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OpiniónRamón SabaRamón Saba

Camila Henríquez Ureña

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Nació en Santo Domingo el 9 de abril de 1894 y murió el 12 de septiembre de 1973, a la edad de 79 años. Única hembra, y la menor, de los integrantes de la familia considerada más ilustre de República Dominicana; encabezada por su padre el Dr. Francisco Henríquez y Carvajal (expresidente del país); su madre Salomé Ureña, (la más renombrada poetisa de la nación en el siglo XIX) y hermana de Pedro Henríquez Ureña (el más reputado de todos nuestros intelectuales). Sus otros hermanos fueron Frank y Max (este último también sobresale por su brillantez) y sobrina del excelente poeta Federico Henríquez y Carvajal. Su nombre completo fue Salomé Camila Henríquez Ureña.

Ensayista, educadora, humanista, cantante lírica y crítica literaria. Vivió muchos años en Cuba, donde permaneció hasta poco tiempo antes de morir, país donde obtuvo un doctorado en Filosofía, Letras y Pedagogía. Completó su formación académica en las Universidades de Minnesota, donde también impartió cátedras,  y Columbia en los Estados Unidos de América, pero residió por dos años en París y estudió en La Sorbona por dos años; también fue profesora en la Universidad de Vassar, en su Departamento de Estudios Hispanos, y en el Middlebury College impartiendo clases de español.

Desempeño funciones importantes relacionadas con la cultura, entre las que podemos mencionar haber sido Editora del Fondo de Cultura Económica de México (1946-1947) y Asesora Técnica el Ministerio de Educación en Cuba (1960-1962). Por su excelencia académica y por sus aportes a la educación, fue considerada como una de las mejores intelectuales de su generación en Latinoamérica y el Caribe. Dictó conferencias en varios países de América Latina, como Argentina, México, Perú, Chile, Panamá y Ecuador.

Por la década de los 50, viajó a EspañaItalia y Francia. Durante su estancia en Cuba, descolló como activista en pro de los derechos de la mujer, fundando allí la organización cultural feminista Lyceum, de la cual fue presidente; también  presidente de la Institución Hispano Cubana de Cultura. Colaboró en la edición de revistas latinoamericanas, pero muchas de sus obras fueron publicadas mucho tiempo después de su muerte. La Universidad Autónoma de Santo Domingo le concedió el título de Profesora Honoraria, como homenaje póstumo por sus aportes a la educación superior.

Camila Henríquez Ureña comulgó fielmente con los ideales de la Revolución Cubana, lo que le ocasionó problemas en Estados Unidos de América, razón por la que renunció a su pensión como profesora emérita en el Vassar College, para retornar a su amada Cuba, donde aparte de nacionalizarse cubana, ayudó a reestructurar la Universidad de la Habana, de la que fue profesora hasta su jubilación.

Su obra literaria se enmarcó en el género ensayo, donde registró títulos de gran incidencia académica y de propagación de su pensamiento feminista. Entre esas obras podemos resaltar Máximo Gorki y el sentido humano de su obra literaria, Los valores literarios de Cuba en la cultura hispánica; Ideas pedagógicas de Eugenio María de Hostos; Curso de apreciación literaria (conferencias); Feminismo, La mujer y la cultura; Julián del Casal, poeta de la muerte; La carta como forma de expre­sión literaria femenina; Cervantes, El Renacimiento español; Cantares de gesta; Goethe, el dramaturgo; Shakespeare y el teatro isabelino y Dante Alighieri (Póstumo).

El escritor y académico Manuel Matos Moquete explica que en nuestro país Camila es una extraña. Aquí sólo algunos intelectuales pueden hablar de su vida y su obra. En 2006 el Banco de Reservas de la República Dominicana publicó sus obras completas bajo el título: Camila Henríquez Ureña. Obras y apuntes, con lo cual abrió la posibilidad de un mayor acercamiento con la producción intelectual de la ilustre humanista.

El propósito es promover la lectura y difusión de sus obras, la colocación de su nombre a instituciones educativas y culturales de importancia y, lo más significativo, la emulación de su ejemplo como luchadora por los derechos de la mujer, como educadora consagrada y como investigadora rigurosa e incansable en el campo de las humanidades.

Si de una sola mirada fuera posible observar y comprender la vasta labor intelectual que Camila Henríquez Ureña dejó plasmada en sus obras, sin dudas podría afirmarse que el humanismo científico y social es el concepto que mejor define los trabajos de investigación, las propuestas educativas y el magisterio vital de esta autora, así como sus desvelos por la reivindicación de las deudas de la mujer.

El desaparecido pintor y escritor Fernando Ureña Rib consideraba que Camila era un ejemplo de esas mujeres de vanguardia que desmentían la incapacidad de las mujeres, y validaban su talento e inteligencia con decoro.

El dramático ejemplo de la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz latía, como un llamado, en medio de aquel movimiento feminista cubano que compartiría, con los hombres, en un sentido de equidad, la batalla por transformar la sociedad, en pos de la justicia y de la democracia.

Así era Camila, la amiga entrañable de don Pedro Salinas, el gran poeta español, la colega en la docencia, en los Estados Unidos, de Tomás Navarro Tomás, la fraternal y gentil compañera de otro genio, el del Albert Einstein cuya foto, dedicada, atesoraba siempre, donde se le veía no ante su teoría de la relatividad, sino con el violín en las manos y la mirada perdida, la maestra que nos sembró el amor a la cultura y la responsabilidad ante la vida, la que quiso que todas las mujeres fueran como ella, mujeres libres e inteligentes, con independencia económica, y criterio propio, la amiga y compañera del hombre y no su sierva ni su esclava.

Finalmente, la poeta Chiqui Vicioso estima que la mujer que era Camila Henríquez Ureña no sólo se representa en su ensayo sobre el feminismo, elogiado por su hermano Pedro como “Primer trabajo tuyo de absoluto primer orden” (carta 329, pág. 840), donde explica la evolución de la mujer desde Aristófanes y su comedia “La asamblea de las mujeres“, escrita 400 años antes de la Era Cristiana, hasta la mujer que cuestiona la doble moral sexual en su discurso frente al Congreso Feminista Cubano de 1937 (“Estudios y conferencias”).

Ella se retrata en la visión de género que aplica en prácticamente todos sus ensayos, en los cuales siempre analiza el papel de la mujer en el contexto social en que se desenvuelve. El ansia de saber de Camila se manifestaba no únicamente en su acervo cultural, sino en la lógica intelectual con que planteaba y demostraba sus hipótesis; en el criterio con que analizaba críticamente las obras que acapararon su curioso corazón.

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS con una frase notable de Camila Henríquez Ureña:

 La primera prueba de capacidad cultural que puede dar una mujer es la seriedad ante el trabajo y ante la vida.”

Por Ramón Saba

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