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20 de abril 2024
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OpiniónCarlos McCoyCarlos McCoy

Cambiando de montura

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Dice un viejo refrán: «No hay que cambiar de caballo a la mitad del río»

El pueblo dominicano, el pasado 5 de julio, no solo cambió de caballo, sino que lo hizo en el centro de un río revuelto debido a condiciones muy negativas, no atmosféricas, sino en medio de tortuosos momentos económicos y pandémicos.

Ese río, que se había represado convenientemente y que estábamos cruzando con muy pocos problemas, con aguas mansas que no solo servían para regar nuestras productivas tierras, sino también para el solaz de la población, hoy viene bajando con una fuerza descomunal y lleno de basura.  Al punto, que el nuevo jinete se ha caído estrepitosamente del caballo y, desesperadamente, clama por ayuda.

Se oyen algunas voces extremistas en la orilla opuesta gritando: ¡Déjenlo que se ahogue!

Pero no.  Definitivamente no. Urgentemente, todos los que estamos en condiciones de ayudar, aunque sea un poquito, debemos tirarle un lazo con un salvavida y por lo menos regresarlo a la orilla de donde salió con su corcel.

No es el momento de retaliaciones ni desquites. Ni expresar la frase, cuando algo sale mal ¡Te lo dije!

Lo que este pueblo está pasando, no es absolutamente nada, comparado con lo que se ve venir. El futuro no se puede describir con eufemismos, Pinta más que gris, se ve negro como la noche.

En el horizonte nacional se vislumbran, préstamos internacionales a tasas muy altas, debido a lo incierto de la economía mundial. Restricciones de todas clases a la ciudadanía, eliminación o disminución de programas sociales como la Tarjeta Solidaridad, Bono Gas, Bono Luz.

Se habla de que el año escolar no va a ser presencial, esto eliminaría las tandas extendidas y con ella se van los desayunos, almuerzos y meriendas de más de dos millones de estudiantes.

Las Estancias Infantiles y los locales del Centro de Atención Integral, para la Discapacidad, CAID, están cerrados, con lo que se les complica la vida a aquellas madres que dejaban sus niños en esos centros.

Los programas de emergencia como: FASE, Quédate en Casa y Pa’ ti, son insostenibles en el tiempo, pues se agotan las reservas monetarias y las recaudaciones del gobierno han caído en picada, al igual que la producción, con el agravante del incremento del desempleo.

El turismo, una de las principales fuentes de ingreso y de divisas, ha mermado en casi un 90%. La mayoría de los centros turísticos del país están cerrados. El consumo de nuestros productos agrícolas ha tenido una merma significativa, pues esos 7 millones de turistas que lo consumían ya no están.

Esto ha forzado un éxodo de los campesinos hacia las ciudades que va in crescendo, aumentando a su vez, el espectro del desabastecimiento. Lo que conlleva un aumento en los precios de la canasta básica.

La situación es tan desesperada, que el presidente Luis Abinader, promulgó el lunes pasado, la Ley de Presupuesto Complementario, con lo cual se autoriza al gobierno a tomar prestado más de RD$200,000,000,000 (doscientos mil millones) de pesos y para peores, ya se está hablando, para el presupuesto del próximo año 2021, establecer un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

Y para los dominicanos que no lo saben, pues hace muchos años que esos señores no vienen por aquí, los juegos del FMI no son fáciles.

Ellos no juegan chata, ¡Tiran molinete! Y con muchas mañas.

Desgraciadamente, este cambio de montura llegó en el peor momento. La calidad de vida del pueblo dominicano se va a deteriorar hasta un punto que hacía años no veíamos.

Citando a Winston Churchill, nos esperan, esfuerzos, sudor y lágrimas.

Pero no nos amilanemos.  Es hora de que empujemos todos en la misma dirección.

Es lo mínimo que podemos hacer.

Ese río se puede desbordar y arrastrarnos a todos.

Por Carlos McCoy

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