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23 de abril 2024
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OpiniónClemen García DClemen García D

Bruni

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Anteriormente comentamos temas que rompen los cimientos morales y éticos de nuestra sociedad, que nos tienen hartos e impactados. Esta semana contemplaba tratar otro parecido, cuyos datos son tan seguros y confiables que también nos obligan a no echarnos a un lado. Pero no, mejor damos paso a asuntos que conciernen a lo humano, que igualmente hacen estragos, pero emocionalmente.

Esperanza, dueña de historias reales y mejor amiga, nos relata:

“Luego del tsunami electoral español en la comunidad madrileña, ya centrada y de vuelta a lo ordinario, nos conmueve lo íntimo, lo que brota desde adentro sin poder llamarlo por su nombre. Un conflicto no resuelto.

Bruni es vecina, amiga de la infancia. Nos separamos porque cada quien en su desarrollo tomó las decisiones entendía eran las mejores, las convenientes. Seguíamos en contacto ocasional, nunca perdimos el hilo de la amistad y el afecto. Crecimos creyendo en la lealtad y la confianza que se deposita en aquel que sentimos merecedor de tales compromisos.

Ahora, de vuelta con ella, hicimos una catarsis. Bruni no es ni sombra de lo que pinta.

En franco estado depresivo, rodeada de mucha gente, pero sola. Con el peso de la obligación de continuar, no se permite siquiera el espacio para sus lágrimas, para su propia intimidad, para sus pensamientos enfermizos que pululan en cabeza y corazón.

Muchos frentes abiertos y sin poder tomar días de asuetos emocionales. Está atrapada en un peligroso e infernal laberinto.

Nos desahogamos, rezamos, leemos, intentamos reírnos a costa de lo que sea, pero en balde. No sale su brillante y contagiosa sonrisa, su marcado doble sentido para casi todo está apagado. Ahora lo ocupa grandes ratos de silencio y mirada vaga, perdida. Ella, con sus pensamientos y mutismo.

Deseos de descansar, dice. Pero no puede, no debe. Todavía.

No acepta los cambios biológicos en su entorno. Sus cercanos se van, o por salud o por decisión. La tristeza cubre su vida cuando sabe de alguien suyo que vive momentos de dolor. Entonces lo transfiere y suma a lo que ya tiene. Su mochila está llena, no hay forma de vaciarla.

No acepta.

Veámonos en ese espejo, porque son muchas las situaciones parecidas. Lo narro como forma de ayudar y de alguna manera encontrar solución en momentos de oscuridad. Ángeles llegan sin esperarlos, como si de enviación divina se tratara.

Es cierto que todo se ha complicado más, pero no colaboremos a que lo nuestro esté peor. Debe haber un puntico entre lo posible y lo no negociable. Procuremos llegar ahí, agotemos todas nuestras fuerzas, no cedamos.

Estoy para ti, amiga. Y para todo aquel que necesite un recipiente, una almohada o sencillamente a un ser humano”.

Esperanza A.

Por: Clemencia García Damirón

 

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