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24 de abril 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

Aumento salarial privado, ¿sin consenso con los empleadores? ¡Bueeno!

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Ahora vuelve a estar sobre el tapete el tema salarial para los trabajadores del sector privado, con la oposición siempre esperada de los empleadores, que esta vez han calificado de ilegal, la decisión última del Comité Nacional de Salarios, en que se aprobó de manera unilateral, conjuntamente con los sindicalistas, “un incremento del 20% para el sector privado no sectorizado”, que luego fuera ratificado al vapor por Ministerio de Trabajo, a través de la resolución 05-2017, información difundida en la prensa local, lo cual dejar entrever un fondo politiquero conexo.

Como era previsible la actitud, por ser solo una decisión del referido Comité, y del sector sindical, que incluso muchos la entienden como una medida de corte político nada más, para restar parte de la presión social que viene recibiendo el Gobierno en muchos órdenes a la vista, ya los empresarios locales habían impugnado la susodicha alza salarial ante el Ministerio de Trabajo, previo a ser “homologada” por éste,

Y, posiblemente, lo será ante otras instancias locales de poder en los próximos días. Son informaciones aparecidas en la prensa nacional. Pues, como es obvio suponer, esa debe ser una determinación de consenso entre todas las partes correspondientes, sin marginar ninguna de ésas

Evidentemente, nadie con conciencia suficiente de justicia, equidad verdadera, se opondría a que todo servidor privado, con extensión incluso hasta el público en el país, se beneficie con una decisión de ese tipo, ante la espiral inflacionaria que se verifica entre nosotros. Pero, ¡no es la mejor forma de disponerlo se cree!

Es más, se puede decir que el porcentaje de aumento debería ser mucho mayor, si son tomados en consideración aspectos tales como: costo de la canasta básica familiar, según datos del Banco Central de la República; especulación generalizada que se verifica en el país, sin control oficial, que incluye la concerniente a la paridad cambiaria, en manos de los agiotistas del mercado, y que ahora quiere favorecer uno de los envalentonados economistas dentro del Gobierno, que se le entiende como otro títere más, que ha recomendado dejar flotar la moneda norteamericana para su comercialización a nivel local. ¡Qué tupé!

Ahora, el gran problema con relación a los aumentos salariales en el sector privado, que al parecer luce imposible de resolver, es que estos se convierten de ordinario en una espada de doble filo, a menos que, no se logre producir una sólida coordinación consensual entre los sectores envueltos: sindical, patronal, y el oficial, que no es el caso en estos precisos momentos.

El tratar de imponer unilateralmente en tal sentido, tiene “cocoricamos”, como dirían algunos dominicanos, o sus “bemoles”. El obligado a pagar, es quien en verdad conoce sobre sus posibilidades, y por tanto, hay que oírle, y ponderar sus propuestas.

De ahí que, el presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), señor Pedro Brache, haya argumentado, sin oposición al aumento salarial, pero bajo otras condiciones, “que el incremento no sería de un 20%, como fue aprobado por el Comité Nacional de Salarios el pasado viernes, sino que el coste para las empresas sería de casi un 30 por ciento si se suma el seguro médico, el fondo de pensiones y “todos los periféricos”,

Y afirmó en adición, “que la única salida para algunas pequeñas empresas sería despedir algunos empleados o aumentar los precios”. (“Diario Libre”, del 4-2-17, página 16). Por tanto, ¡a esa gente siempre se le debe escucha!

Tal se puede apreciar, por un lado está la satisfacción, respecto del aumento posible en la capacidad adquisitiva esperada por parte de los asalariados; y, por el otro, la inflación que se pueda derivar, como los despidos previsibles de personal, ante la imposibilidad de no poder cumplir con el incremento dispuesto.

Y es que, como es obvio suponer, los empleadores van a tratar siempre de compensar las subidas en sus gastos operacionales, como consecuencia de los mayores emolumentos a pagar a sus recursos humanos, pasándolos a la población, para lo cual, la vía más expedita que tienen, en cuanto a realizar la transferencia de los costos adicionales a incurrir, es disponer un sustancial aumento de los precios en el mercado de consumos, con su “ñapa beneficiadora extra”, como diría la gente del pueblo. También, es factible la otra opción, una reducción significativa del personal contratado, para minimizar efectos económicos negativos, lo que se reportaría peor aún.

Como se puede inferir, los efectos beneficiosos relativos a los incrementos salariales, se neutralizan con la inflación obvia generada después; o, vienen a perjudicar todavía más, con los despidos de personal en masa a que puedan inducir, cabe reiterar. ¡Entonces, se pierde la gracia!

Bajo la forma en que el Comité Nacional de Salarios nuestro dispone los aumentos salariales entre nosotros, con los empleadores a manos sueltas por completo para su ejercicio lucrativo, aunque se opongan en principio, pueden aceptarlos, ya que los transfieren ipso facto a la población. No importa el porcentaje que sea, esos se van a defender; buscarán la compensación correspondiente.

Luego, con lo que los economistas, y las personas duchas dentro del sistema tienen que trabajar, es con la definición de una formula apropiada, que impida esas malsanas prácticas en el sector laboral; con que se obtengan reales incrementos salariales para los trabajadores, sin que se produzca inflación, ni despidos de personal.

Procede que, los tecnócratas de la ciencia de los gráficos y los promedios, al servicio de los políticos y de los grupos poderosos, se dejen de estar hablando, como para dañar más la cosa, de permitir “flotar el dólar norteamericano en el mercado local para su comercialización”, obviamente especulativa, lo que provocaría una escala alcista mayor; y, como no es difícil entender, disminuiría en consecuencia, más aún el poder adquisitivo de las personas todas aquí, en contraposición a lo que se persigue con los sueldos actualmente.

Deben recordar aquellos lo ocurrido durante los últimos tiempos del gobierno del expresidente Hipólito Mejía, asociado con el “dislocamiento” de la paridad cambiaria en el país, que fue una de las cosas que dieron al traste con el sosiego existencial de la población durante aquella gestión, y que a la postre contribuyó a desplazarle del poder, podrá decirse, por estar inventando en tal sentido los economistas palaciegos, y asesores de turno.

Ya la diferencia entre la tasa de cambio de aquel entonces, y la que hoy se está registrando en el mercado, no es tan significativa; están yendo casi de la mano. ¡Cuidado!

¡Ojo al Cristo, señores del gobierno! Las cosas se les pueden complicar más aún, sin un aumento real de salarios, por la imposición parcial, y no aceptación por la otra; y, con el precio del dólar norteamericano, además, en manos de los especuladores, acaparadores comerciantes en el mercado de las divisas. ¡Ya aquí se importan hasta los boches!

 

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