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23 de abril 2024
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OpiniónEnrique Aquino AcostaEnrique Aquino Acosta

Arrepiéntete, conviértete y reconcíliate con Dios y con tu prójimo

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“Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová y Jehová los entregó en mano de los Madianitas por siete años”.                                           (Jueces 6: 1)

Los  israelitas habían pecado contra Dios probablemente, porque  estaban envueltos en actos carnales como la homosexualidad, el lesbianismo, las orgías, las borracheras, los celos, envidia, ira, enojo, odio, idolatría, brujería  o porque mantenían frecuentes disensiones, rivalidades, discordias y  fanatismos.

En vista de ello, necesitaban que Dios les diera dominio propio para vivir  como personas bondadosas, amables, humildes, fieles y pacientes. Necesitaban sentir su amor, alegría y paz en el corazón.

Debido a sus pecados y carencias espirituales, los israelitas no oían la voz de Dios, no obedecían sus normas, andaban por sus propios caminos, incurrían en diferentes abominaciones y se habían descarriado como ovejas para seguir, adorar y venerar a dioses falsos.

A pesar de ello, los israelitas creían  que Dios aprobaba sus erradas prácticas religiosas y que estaba a gusto. No se daban cuenta que  Dios  aborrece,  prohíbe y castiga ese tipo de comportamiento religioso. No entendían que serían  castigados por su desacato espiritual, si no se  arrepentían.

En  la misma condición espiritual viven en este momento millones de personas en todo el mundo, particularmente en mi amada República Dominicana, donde mucha gente dice  que cree en Dios, pero adora, venera y cree  en dioses muertos como la virgen de La Altagracia, Las Mercedes, El Cristo de Bayaguana, brujos, adivinos y en otros poderes demoníacos.

Esas personas se parecen bastante a los israelitas, comenzando por los líderes católicos, creen que Dios aprueba sus oscuras y erradas prácticas religiosas y enseñanzas. Sin embargo, Dios las detesta, maldice, prohíbe y condena. ¿Por qué lo hace? Porque impiden que tú  lo ames, alabes y  adores  como ordena su Santa Palabra:con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (Marcos 12:30)

Ojala el Papa Francisco y los millones de personas que le siguen en el mundo clamaran a Dios diciendo: ¡Oh Señor, qué distintos son nuestros pensamientos y caminos a los tuyos! ¡Ilumínanos y ayúdanos a abandonarlos!

De conformidad con lo que señala Jueces 6:1-6, los israelitas no obraban bien ante los ojos de Dios y por eso los entregó en manos de los madianitas, amalecitas y los hijos del oriente, para que los maltrataran y cometieran actos de crueldad contra  ellos, situación que duró siete años.

Esos pueblos enemigos penetraban al territorio de los israelitas montados en camellos y los atacaban militarmente. Además, tomaban los frutos que cosechaban y se apoderaban de animales domésticos, como las  ovejas, los bueyes y  los burros.

Durante su asedio arrasaban con todo lo que encontraban  a su paso. Su actitud era tal, que destruían lo que no se podían llevar. Lo hacían como otro acto de maldad.

Como podrán apreciar los amigos lectores, las consecuencias que sufrieron los israelitas por causa de sus pecados fueron graves. Sufrieron la crueldad de sus enemigos, tuvieron desabastecimiento de alimentos, pasaron hambre, se empobrecieron, terminaron en ruina económica y  en desamparo total.

Para mitigar su crítica situación, los israelitas aplicaron dos estrategias: construyeron fortalezas en los montes para defenderse y se ocultaban en las cuevas y cavernas que había en la región. Sin embargo, ninguna funcionó, porque el ataque de sus enemigos continuó.

Finalmente, aplicaron otra estrategia. Consistió en clamar a Dios, la cual dio buen resultado. Dios prometió a los israelitas acompañarlos donde  quiera que estuvieran y envió  a un profeta a hablar con ellos y  a su ángel para que evaluara el esfuerzo  y  valor que había mostrado Gedeón como dirigente y a decirle que le daría poder para vencer a sus enemigos.

Sin embargo, Gedeón cuestionó la promesa de compañía dada por Dios. se quejaba de los tormentos y desamparo que padecía su pueblo, después que cayeron en manos de los madianitas.

No obstante, Dios intervino, por medio del ángel y  le ordenó que usara su  fuerza y salvara  a Israel de sus enemigos, pero Gedeón la subestimó, alegando que su familia padecía pobreza en la tribu de Manasés  y  que él era el menor. Dios le reiteró su compañía que obtendría la victoria sobre sus enemigos.

Para asegurarse, Gedeón solicitó una señal a Dios para confirmar si era él  la persona que iba a  liberar a Israel de sus enemigos. Tan pronto Dios complació su petición, Gedeón derribó los altares que habían construido al dios Baal y a la diosa Asera, acción que dio lugar a que los fanáticos religiosos intentaran matarlo, pero Dios estuvo a su lado y le salvó la vida. !Aleluya!

En conclusión, nuestra desobediencia, rebeldía y dureza de corazón nos mueven a pecar contra Dios y nos convierten en sus enemigos, culpables, condenables y  malditos. Por ello, necesitamos arrepentimiento y comenzar al vivir rectamente y en obediencia a lo que enseña la Palabra de Dios.

Dios no es indiferente al pecado ni declara inocente al culpable y que se  resiste a arrepentirse. EL lo condena. Así que, si vives en pecado arrepiéntete, conviértete en hijo(a) de Dios,  reconcíliate con Él y tu prójimo y recibirás poder para vencer a tus enemigos.

Por: Enrique Aquino Acosta

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