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20 de abril 2024
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OpiniónFrancisco Rafael GuzmánFrancisco Rafael Guzmán

Archivo General de la Nación: Hoy con Una decente dirección

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Ayer, 28 de febrero del 2021, se cumplió 77 aniversarios de la inauguración del moderno edificio frontal del Archivo General de la Nación. Ubicado en la Avenida general Modesto Díaz # 2 de la Zona Universitaria, entonces ensanche “Angelita”, fue inaugurado el 28 de febrero de 1954, originalmente estuvo ubicado en la planta baja del antiguo Palacio de Relaciones Exteriores, pero posteriormente fue trasladado a la planta baja del edificio que  ocupaba la Secretaria de Estado de Guerra y Marina frente a la Fortaleza Ozama.

El nuevo local fue construido a un costo de RD$ 500,000, lo que nos lleva a pensar que en materia de edificaciones el deflactor implícito es muy alto, desde ese año a los momentos actuales. ¿Es difícil creer que haya que multiplicar por más de mil el precio o el costo monetario de las construcciones? La responsabilidad de todo esto reside en el modelo neoliberal vigente impuesto por el Fondo Monetario Internacional hace casi cuatro décadas.

Al parecer, el Archivo General de la Nación se creó mediante una ley del 22 de mayo de 1935, por iniciativas del Tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina. El nuevo edificio construido, el moderno construido cuyo frontispicio esta frente a la calle que lleva el nombre de la Gesta del 30 de Mayo, sin incluir el edificio anexo, fue planificado para cubrir las necesidades oficiales de archivísticas del Estado hasta el año 2000. Varios años después del año 2000, fue construido el edificio anexo, durante los años de gestión de la excelentísima y excelsa gestión del actual Director Dr. Roberto Cassa Bernardo de Quiroz.

La labor tesonera y sin denuedo del Dr. Cassa en el AGN, colocando la entidad estatal en un justo sitial, poniéndola al servicio de toda la colectividad nacional: sociedad política y sociedad civil. Si no hay un consenso absoluto sobre lo que se acaba de decir es más que nada por pura competencia o egoísmo, pero aunque la mayoría de la gente cree en la competencia, más tratándose de una sociedad basada en una economía de mercado, el que compite destruye y no hay competencia sana. A nadie debería en este país caberle dudas de la integridad moral del Dr. Roberto Cassa.

Un día cualquiera de uno de los años de los inicios de los ochenta del pasado siglo, un ilustre intelectual dominicano hablaba del sentido de lo humano que había en una vieja generación de revolucionarios, a la cual diferenciaba de la nueva generación. Aunque para la fecha y todavía, si de comparar se trata, Roberto no es de una edad tan avanzada, pero fue precoz en su vinculación a la lucha revolucionaria, debo suponer que incluía ese intelectual a Roberto entre los revolucionarios con mucho sentido de lo humano.

Cuando emigré a Santo Domingo en 1977, desde El Cibao, el Archivo General de la Nación parecía un camposanto, pero lo era hasta hace poco, solo después que Roberto lo dirige cambio su faz y sobre todo en su sala de investigación se dan mejores servicios, sin la incuria y el recelo que se traducía en  negativa a dar el servicio que había en otros tiempos.

Se desenvolvía el Archivo en otros tiempos con un poco más de precariedad que ahora, pero la incuria y la desidia en bridar el servicio estaban a la orden del día y hoy no están. Hoy el Archivo recibe pocos recursos por parte del Estado, pero se puede decir que los servicios son muy grandes, antes no era así. Honor a quien merece que se le rinda honor. Es difícil que hoy día que se pierda un documento del Archivo, porque hay orden y disciplina, pero se da el servicio de la consulta y las publicaciones son muchas, asequibles y puestas al servicio de la comunidad intelectual y de la estudiantina.

En otros tiempos el desorden era tal que una colección abundante de los periódicos Enriquillo y  Analectas parcialmente, al parecer llevada a Moca en tiempos que Julio Jaime Julia  fue alto funcionario, la vi en una biblioteca de ese pueblo, tirada en un rincón. Luego volví, pregunté y ya no estaba, al parecer los tiraron al zafacón. No se valoraban los documentos.

Por Francisco Rafael Guzmán F.

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