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19 de abril 2024
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OpiniónRamón SabaRamón Saba

Antonio Fernández Spéncer

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Nació en Santo Domingo el 22 de junio de 1922 y falleció en esta misma ciudad el  10 de marzo de 1995.

Poeta, crítico literario, diplomático, educador y filósofo. Obtuvo una licenciatura en Filosofía en nuestra universidad primada de América y posteriormente un doctorado en Filología Hispánica en la Universidad de Salamanca, además de asistir a cursos de Filosofía y Estética a cargo de José Ortega y Gasset, Julián Marías, Carlos Bousoño y Dámaso Alonso.

Vivió en España alrededor de seis años donde fundó y presidió los encuentros de La Tertulia Hispanoamericana junto a prominentes intelectuales como con Luis Rosales, Rafael Alberti y algunos poetas de la generación del 27, con el patrocinio del Ministerio de Educación Nacional y el Instituto de Cultura Hispánica.

Fue el primer poeta hispanoamericano que recibió el importante premio de poesía Adonais en 1952 por su libro Bajo la luz del día cuyo jurado estuvo presidido por Vicente Aleixandre. Ya de regreso a su patria, se le concedió el premio Leopoldo Panero por Diario del mundo.

 

Desempeñó funciones diplomáticas en países europeos e hispanoamericanos. Fue subsecretario de Educación, Bellas Artes y Cultos; Director del Museo de Arte Moderno y trabajó como crítico literario y de estética en los desaparecidos periódicos Última Hora  y La Noticia. Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española y de la Academia de Ciencias y Letras de Puerto Rico. Fue Director de la Biblioteca Nacional de Santo Domingo. Merecedor del Premio Nacional de Literatura, el cual no pudo recibir ya que le fue conferido horas antes de morir.

Publicó sus primeros versos en La Poesía Sorprendida, agrupación poética de la que fue uno de sus arquitectos la cual fundó junto con el poeta chileno Alberto Baeza Flores y el dominicano Mariano Lebrón Saviñón ,  luego se incorporaron Franklin Mieses Burgos y Freddy Gatón Arce.

Antonio Fernández Spencer fue en esencia un brillante poeta y crítico culto y apasionado que daba mayor importancia a la fidelidad y transparencia de la imagen poética que a la supuesta objetividad de la labor crítica. Su obra lleva una enorme carga de grandiosidad y trascendencia. Sus poemas iniciales estuvieron enmarcados en la vanguardia y en su obra ensayística demostró su sólida formación intelectual. Polémico, vanguardista y siempre dispuesto a orientar a los jóvenes que se le acercaban a consultarlo.

Entre sus obras podemos señalar en poesía: Vendaval interior;  Bajo la luz del día; Los testigos; Noche infinita; Diario del mundo; El regreso de Ulises; Obras poéticas y Poemas sin misterio. Sobre sus ensayos más conocidos podemos mencionar: A orillas del filosofar; Ensayos literarios; Caminando por la literatura hispánica y Visión familiar de la poesía de Joaquín Balaguer.

 

El fallecido pintor y narrador Fernando Ureña Rib opinaba que la poesía de Antonio Fernández Spéncer es, sobre todo, poderosa; un sentido de urgencia contenida, de primorosa nostalgia y asombro; hecha de la delicada y evanescente sustancia de la imagen.

 

La poeta Camelia Michel considera que Fernández Spencer no sólo fue un gran poeta, sino un excelente narrador; poco antes de fallecer trabajaba intensamente en la revisión de su obra en prosa. Es preciso recordar que fue un ensayista profundo y ameno orador y su sólida formación en filosofía se expresaba en su rigor como intelectual y pensador.

 

Finalmente, el poeta y editor José Alejandro Peña estima que los poetas jóvenes deberían prestarle atención a su obra, tanto como se le presta atención a Borges, a Paz, a Vallejo, a Bretón, a Cernuda, a Lorca, a Valery, a Paul Eluard, a Ungaretti, en fin, a los mejores de entre los mejores

 

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS con un magistral soneto de Antonio Fernández Spencer:

Rosa Transitoria

 

Todo en lúcida forma te señala:
el sufrimiento, el alma sin noticia,
y tu forma de pájaro que escala
lo puro de ese cielo que se inicia.

 

Remota estás-¡oh rosa!-como una ala
en la muerte de póstuma caricia;
ya subes por el tiempo que señala
lo que duerme a tu ser en la delicia.

 

Todo en el orbe sin ficción te agota:
el vivo mar que todo lo fecunda
el pájaro olvidado en alta rama;

 

pues caes por amor en lo que anota
la soledad, que al sueño te circunda,
¡y que te nombra soledad en llama!

 

Por Ramón Saba

 

 

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