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25 de abril 2024
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OpiniónGregory Castellanos RuanoGregory Castellanos Ruano

Anibel González

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Anibel González era una joven abogada de San Pedro de Macorís.

Ejercía su profesión de abogado en materia civil y estaba casada con un comerciante.

Anibel era «sonada«, esto es, abusada físicamente por su esposo, pero no sólo físicamente sino también psicológicamente.

Cansada del continuo maltrato que sufría a manos de su esposo decidió ponerle fin a su infernal círculo de sufrimiento.

Al producirse en su contra el último conjunto de agresiones de todas índoles por parte de su esposo que le dejaron numerosos hematomas y rastros de sangrado: procedió a querellarse contra el mismo por Violencia de Género.

El esposo fue apresado con las de la ley, con todas las de la ley. Mientras sobre él pesaba prisión preventiva hizo los contactos para que personas de su confianza se acercasen al Presidente del Colegio de Abogados Miguel Alberto Surún Hernández para hacerle saber que a él le interesaba contratar «los servicios profesionales« de dicho Presidente del Colegio de Abogados para apoderarle del caso.

Producto de ser contactado el Presidente del Colegio de Abogados por el agresor de la abogada Anibel González ésta pudo ver: cómo en una audiencia aquél que fue contactado, el Presidente del Colegio de Abogados, se apersonó a dicha audiencia con una pequeña turba de corifeos (como acostumbra hacer) a los cuales dirigía vociferando «la consigna« paradójica: «La Justicia, unida, jamás será vencida.« (¡¡¡¡¡!!!!!)

El espectáculo en cuestión fue grabado en video y el mismo fue transmitido por diferentes medios de comunicación noticiosos, todavía las noticias con dicho espectáculo andan colgadas en YouTube.

¿A quién llamaba el Presidente del Colegio de Abogados «a la unidad«?:  A la jueza apoderada del caso.

¿«A la unidad« contra quién?:  Contra la abogada Anibel González.

Es decir, la jurisdicción apoderada del caso veía cómo el Presidente del Colegio de Abogados hacía causa común con el agresor de una mujer.

Y la abogada Anibel González veía cómo el Presidente del Colegio de Abogados hacía causa común con el agresor de una mujer (ella), que, a la vez, era abogada.

¡Sólo hay que ponerse en la situación de Anibel González al ver ésta aquél espectáculo que escenificaba el Presidente del Colegio de Abogados! Es indudable que Anibel debe de haber sufrido un gran desconcierto, un gran desazón, un gran dolor, un terrible dolor, un gran sufrimiento: un sufrimiento moralmente más grande y más fuerte que los golpes y las heridas materiales y morales que le causó su esposo agresor al ver ella que el Presidente del Colegio de Abogados, es decir, al ver que el Colegio de Abogados tomaba partido en el caso personal de ella para defender a su agresor, para defender al agresor de ella.

Encima de la agresión última (una tanda de golpes, heridas e insultos y otros vejámenes) sufrida por la abogada Anibel González a manos de su esposo, Anibel veía cómo también el Presidente del Colegio de Abogados la agredía, y, por ende, cómo el Colegio de Abogados la agredía.

Ella veía cómo en vez de buscar ampararla a ella como mujer abogada «su« (¿?) Colegio de Abogados a quien buscaba amparar era a su agresor que ni siquiera era abogado.

Poco después de ese repudiable espectáculo escenificado por el Presidente del Colegio de Abogados en esa jurisdicción de San Pedro de Macorís en contra de los intereses de dicha abogada matriculada en el Colegio de Abogados de la República Dominicana, una jurisdicción de San Pedro de Macorís dispuso la libertad del esposo agresor y estalló un gran escándalo producto de la libertad del agresor de Anibel que inmediatamente recuperó su libertad procedió a asesinarla a ella y él se suicidó.

Muy poco tiempo después, pero muy poquísimo tiempo después, se produjo también el asesinato de la señora Juana Domínguez también por su pareja y también en San Pedro de Macorís. La fuente de escandaleras mancomunadas tuvo que ser parcialmente atacada disponiendo la Procuraduría General de la República de entonces una «investigación« que no se hizo completa, pues no abarcó a gentes que operan al margen de la ley y, por ello, tan sólo abarcó a un abogado de San Pedro de Macorís y a una Ministerio Público de allí que fue suspendida; pero los dos peces gordos que actuaron como autores mediatos de la forma fraudulenta en que se consiguió la libertad del posteriormente asesino-suicida (medió en ambos casos una orden de libertad falsificada) y todavía uno de ellos, también ministerio público en San Pedro de Macorís y que, simultáneamente, era juez disciplinario, y el otro su jefe de organización que lo llevó en su plancha, siguen sin siquiera haber sido investigado.

Parece ser que el esposo de la abogada Anibel González al contactar al Presidente del Colegio de Abogados ipso facto se transmutó en «abogado« y que por eso el Presidente del Colegio de Abogados tuvo que decidir entre dos abogados: entre Anibel y «el nuevo abogado« (¿?)  transformado en tal por ósmosis de contactar y contratar al Presidente del Colegio de Abogados, el comerciante que «sonó« a la abogada Anibel González, para ponerse el Presidente del Colegio de Abogados y, por ende, usar su posición en el Colegio de Abogados, a y para darle mampara para amparar al agresor que terminó asesinando a la joven abogada Anibel González, y, correlativamente, para desamparar a dicha joven abogada Anibel González cuya sangre y desde seis (6) pies bajo tierra sigue clamando por Justicia en su caso.

La historia del caso de la joven abogada Anibel González es una de las tantas historias muestras de cómo se usa el cargo de Presidente del Colegio de Abogados en contra de abogados matriculados en el mismo.

Por Lic. Gregory Castellanos Ruano

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