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19 de abril 2024
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OpiniónYESHAAR MARTÍNEZ

Análisis ligero de las primeras páginas de El mito de Sísifo de Albert Camus

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“No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía”. Así comienza el ensayo El mito de Sísifo del filósofo y escritor argelino Albert Camus. Podríamos decir que la cita da comienzo al ensayo, lo cual es cierto, pero es sólo uno de los aspectos de ella. Ésta, además de iniciar el ensayo, inicia una tesis, una que Camus sustenta con diversos argumentos.

Nietzsche aseguró que un filósofo, para ser estimable, debe predicar con el ejemplo. A esto hay que prestarle atención para entender el porqué de la primacía de la cuestión del suicidio sobre cualquier otro problema filosófico. Para Camus, la honestidad de un hombre consigo mismo es algo muy importante, por lo tanto, considera que todo hombre debe ajustar su actuar a su forma de pensar. Aquí comenzamos a sospechar que, entonces, si un hombre considera que la vida no tiene sentido, ¿debería abandonarla? Debido a esto Camus considera que la pregunta por el sentido de la vida es la más importante, pues pone en peligro la vida.

Si esto es así, ¿cómo responder a ella? ¿Cómo responder a la pregunta, según Camus, fundamental de la filosofía? Debido a la naturaleza del tema, “tan humilde y cargado de patetismo”, el filósofo argelino nos sugiere adoptar una actitud anímica más modesta que la actitud que se adopta con la dialéctica sabia y clásica, una actitud anímica que proceda “del buen sentido y de la simpatía”.

Para evitar confusiones y por si no se ha notado, se debe comprender que el tema del suicidio, en este ensayo, se aborda desde su relación con el pensamiento individual. No se le debe ver como un fenómeno social siguiendo la vertiente de Karl Marx, Max Weber o Émile Durkheim. Aclara Camus en una nota a pie de página: “No perdamos la ocasión de señalar el carácter relativo de este ensayo. El suicidio puede, en efecto, depender de consideraciones mucho más honorables. Por ejemplo: los suicidios políticos, llamados de protesta, en la revolución china”.

Según Camus, el suicidio, entendido de la manera antes señalada, se prepara en el silencio del corazón, y que incluso el hombre mismo lo ignora. Un día cualquiera se culmina esa preparación y el hombre se mata. Debido a que lo que se aloja en el corazón son sentimientos, lo que provoca el suicidio debe ser uno.

En consecuencia, ese sentimiento que prepara paulatinamente el suicidio hay que buscarlo allí, en el corazón del hombre, en ese lugar abstracto que es sede y fuente de los sentimientos. Pero, ¿es posible llegar a comprender ese sentimiento que, supuestamente, lleva al suicidio? Camus dice: “Es preciso seguir y comprender el juego mortal que lleva de la lucidez frente a la existencia a la evasión fuera de la luz”. Es decir, esa lucha que hay dentro del corazón del hombre que lleva de la comprensión de la vida y el valor de ésta a una incomprensión de la misma lo cual desemboca, aparentemente, en el suicidio.

Siguiendo el juego mortal nos topamos con una dificultad: la de encontrar el momento preciso en que un hombre decide quitarse la vida, ese momento de transición. Camus se las ingenia para seguir adelante, optando por deducir del acto suicida en sí mismo las consecuencias que supone.

Su deducción le revela que aquel acto es más o menos confesar: confesar que la vida supera al hombre o no se la entiende; confesar simplemente que “no vale la pena”. Debido a la actitud anímica sugerida por Camus previamente, es posible entender esta confesión.

Si, por ejemplo, imaginásemos a un hombre que ha vivido gran parte de su vida trabajando arduamente para acomodar a su esposa, y ésta muriera, este hecho desencadenaría una crisis. El sentido de su vida se componía de la relación entre estos tres elementos: él, su arduo trabajo y su esposa. Ahora que uno de los pilares que sostenía su vida no está, nada parece tener sentido. No hay trabajo arduo que valga la pena.

La dificultad de vivir es un hecho para Camus, debido a que afirma: “Vivir, naturalmente, jamás es fácil”. Se sigue adelante en la vida por muchas razones, de las cuales el filósofo argelino resalta la costumbre. Nos acostumbramos a vivir de una determinada manera.

El suicida con su acto confesa que ha reconocido, ya sea instintivamente o conscientemente, lo ridículo de esta costumbre; la ausencia de una razón profunda para perseverar en la existencia; la insensatez de la agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento.

¿Cuál es, de una vez por todas, la relación que tiene todo esto con el sentimiento que, aparentemente, provoca el suicidio? Nuestra manera de vivir configuran nuestra visión del mundo y esto le da sentido a nuestra vida. En el momento en que la manera de vivir de un hombre se ve afectada y su visión del mundo desaparece, el mundo pierde su familiaridad, pasando a ser como es en realidad: indiferente y ajeno a todo ser humano. Esto provoca que el hombre se sienta, en palabras de Camus, “extranjero”.

Es como un divorcio entre el hombre y todo lo que constituía su vida. La relación está en que este divorcio es el que provoca aquel sentimiento del que venimos hablando, el sentimiento de lo absurdo. Pero, ¿acaso este sentimiento provoca el suicidio? Ese es propiamente el tema de la primera parte de El mito de Sísifo, saber si el suicido es una solución para lo absurdo.

POR: YESHAAR MARTINEZ

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