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24 de abril 2024
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OpiniónPablo ValdezPablo Valdez

Agresión a la mujer: Una impotencia inaceptable

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Los ciudadanos de la República Dominicana, nos hemos acostumbrado a una permanente impotencia con relación a los hechos que deterioran el convivir en sociedad: impotencia ante la anarquía en el tránsito urbano, interurbano y rural, impotencia ante el incremento delincuencial que conlleva crímenes y delitos atroces, impotencia ante las diferentes corrientes de simulación de personas de toda las estirpes y de todo abolengo, impotencia en la falta de responsabilidad en el cumplimiento de los servicios que como contrapartida del sacrificio económico debe recibir el ciudadano dominicano, impotencia por la transferencia de malos ejemplos a través de los medios de comunicación (radiales, escritos y televisivos), etc.

Evidentemente, que la población dominicana ha dado demostraciones de que espera con paciencia que algún día, pueda disfrutar de un ambiente de confraternidad y confianza en un futuro en que nuestros hijos y nietos puedan trasladarse de un lugar a otro con la garantía de que no encontrarán en el camino, al delincuente al que ya estamos tan acostumbrados, que hay que andar con las pertenencias escondidas en algún lugar no visible del cuerpo.

A lo que la sociedad no está dispuesta a acostumbrarse, es a soportar un Estado que continúe sin buscar una verdadera solución a las agresiones entre parejas y mucho menos a que la parte “animalesca” del hombre, siga haciendo liderazgos emocionales en la relación de parejas.

El tiempo del soporte a una situación en que cada día recibimos la noticia de que algún “macho” ultimó a su pareja y/o a sus descendientes y que además, en muchos de los casos, también terminó con su vida, debe concluir. El orden nacional, no soporta más agresiones femeniles que tengan como respuesta la impotencia a que hemos llegado con relación a los tantos elementos de desconcierto social en que nos encontramos en estos momentos.

Debe haber una actitud hacia la corrección de los hechos de sangre, pero de manera muy especial, en aquellos que como los denominados femenicidios, han deteriorado el sistema de familia de la República Dominicana.

Se podrá alegar que la responsabilidad sobre el comportamiento del agresor a la mujer, es de quienes lo educaron como una excusa que pierde de vista, que la familia como la sociedad más pequeña, es el ente fundamental del Estado a los fines de lograr sus objetivos sociales, motivo por el cual, no debe ser abandonada para que actúe por sí sola; ésta también, tiene que responder a normativas exógenas propias de un sistema gubernamental que vele con celos por la convivencia armoniosa entre los ciudadanos.

Otra excusa es la de que se han creado las leyes necesarias para el logro del control del desenfreno en las actuaciones de los desaprensivos que no respetan el sistema de convivencia social, creyéndose los dueños, los poseedores de las condiciones sentimentales de sus parejas.

Las normativas tienen dos condicionantes básicos, uno es la buena voluntad de quien o quienes las elaboran y supervisan, para que quienes son regulados a través de ellas, las interpreten correctamente y la segunda es que todo aquel que deba ser regulado a través de dichas normativas, éste obligado a no solamente interpretarlas, sino y fundamentalmente a observarla con vehemencia, so pena de ser objeto de las sanciones pertinentes.

Obviamente, que la Sociedad Dominicana que ha estado soportando con vehemencia, tantas distorsiones de Estado, hoy clama por el respeto a la condición inalienable del derecho a vivir, disentir, a ser respetada y comprendida, que tiene la mujer y esos derechos deben ser garantizados por el Estado en el menor tiempo posible, aunque para tales fines haya que invertir todo tipo de recursos y estrategias, de lo contrario, como podríamos seguir pregonando que el núcleo social es la familia y que esta está constituida por los hijos, la madre y el padre.

La impotencia que ya no podremos seguir exhibiendo, es la que nos somete a recibir una noticia más, de que un miembro de una familia fue ultimado por otro de los que componen dicha familia y mucho menos, que un hombre abuse de la fuerza natural que posee y de la parte animal que tiene para abusar de la debilidad natural de una mujer, porque, como dice el dicho,  “la mujer no debe ser tocada, ni con el pétalo de una flor”, por esa y muchas otras razones más, la agresión física y/o moral  a una mujer es y será inaceptable por lo que deberá ser parada con una actitud colectiva del Estado .

 

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