La sociedad dominicana está viviendo un momento de agobio social y con ello se genera un desapego a valores e instituciones. Hay una evidente desconfianza, considerable, en el liderazgo político del país.
Nadie parece bien posicionado en el aprecio colectivo y esa es una señal muy reveladora. Lo mismo pasa con las entidades públicas y las privadas. La gente no percibe vocación de servicio en quienes están al frente de las mismas y sospecha que todo el mundo procura sacar ventajas.
Si San Valentín sirviera como mano sanadora le vendría muy bien a la sociedad dominicana que ha estado sacudida por hechos desalentadores. Es malo cuando se deteriora el espíritu, pues justo es la fuerza impulsora.