Los adolescentes de hoy, líderes del futuro, están estancados en el lodo. Son víctimas de la exclusión social, de la marginalidad, de la falta de educación, de la carencia de empleos, y del subsistir en medio de las máximas precariedades.
Los graves problemas de la niñez y la adolescencia dominicana no pueden ser tratados dejando a un lado la gran miseria que genera en nuestro país una desequilibrada distribución de las riquezas. No tenemos un capitalismo de rostro humano, ni una inversión para acabar con el detritus de la desesperación comunitaria.
Cuando los organismos internacionales lucen alarmados por la situación de los niños y adolescentes dominicanos, hay que hacer las revisiones de rigor. Plantear hechos que en ocasiones son superfluos y salidas milagrosas que no se van a cumplir si no se ahonda en el corazón de un país donde la mayoría vegeta sin presente y sin futuro.
Organismos especializados de las Naciones Unidas dicen que es atormentador la gran cantidad de menores que están embarazadas o que ya confirmaron uniones libres con personas mayores que ellas. Hablan de irresponsabilidad familiar y dan otras razones para que se presente este drama en la nueva generación. Pero me queda la pregunta, una pregunta imbécil si quieren: ¿sobre cuál familia es que hablan estos tecnócratas?.
El globalizado mundo económico y cultural de hoy acabó con el sentido tradicional de la familia dominicana. Hoy son madres solteras las cabezas del hogar. Sus hijas adolescentes solo siguen el mismo padrón. La mayoría no se embaraza porque se enamoró, por gusto o por atractivos. Si vamos a los barrios marginados o la zona rural, la mayoría de esas menores estableció relaciones amorosas o sexuales con personas de más edad, por la necesidad económica.
Un protector se lleva a la adolescente que desde ese momento deja de ser una carga para la familia, o es seducida por un regalo momentáneo. En cualquier caso la marginalidad sin solución lanza a las adolescentes a buscar la comida del día, que le ofrece un voraz lobo.
Para reintegrar a la familia dominicana se tienen que mejorar las condiciones económicas de la población. Sin esa unidad familiar no podrá fortalecerse el núcleo básico de la sociedad. Los hogares hechos girones es el testimonio más desgarrador de la destrucción de una conciencia colectiva. Hoy para la mayoría de los dominicanos solo está presente el acto de sobrevivir un día más.
Los niños y adolescentes de hoy, y sin eslogan vergonzosos, serán los líderes de mañana. Con hambre o con ilustración, lograrán pasar por el cedazo de la historia y tomarán las riendas de su destino cuando el momento histórico se lo dicte. El trabajo que hagamos ahora será el que determinará si en el largo futuro caminará por nuestras calles una cara dura de banderola, un déspota ilustrado o un demócrata con el estribillo de unidad para todos.
Lo único implacable es el tiempo. Nos detenemos y el sigue caminando, nos adelantamos al proceso y él lentamente espera que retrocedamos o nos paremos. Para nuestro futuro, tenemos que comenzar a caminar hoy. Nada está cambiando, todo sigue igual. Rechacemos al marquez de Lampeduza que se escucha como un eco macabro de la madrugada: todo tiene que cambiar, para que todo siga igual. ¡Ay!, se me acabó la tinta.