Durante muchos años imperó en la mente de muchos dominicanos, la idea de que las cuestiones políticas de su país eran dirigidas por el “Gran hermano del norte”. En 1978 se desató una crisis electoral ante la negativa de las fuerzas políticas del Dr. Balaguer de reconocer su derrota en el certamen de mayo de ese año.
En los esfuerzos por resolver esta situación de la mejor manera, se vio claramente la participación de la voluntad del presidente norteamericano Jimmy Carter; pero con él, también se vieron las voluntades de otros jefes de estado latinoamericanos, como fue el caso del presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez.
El mito sobre la influencia norteamericana en la política dominicana, se construyó al calor de la guerra fría, y luego de la guerra civil de 1965; y se diluyó, cuando Joaquín Balaguer en 1994 se paró desafiante frente a los resultados de las elecciones de ese año y no aceptó durante esa crisis, ninguna sugerencia de negociación donde estuvieran personas ajenas al problema dominicano.
Más tarde, en las elecciones derivadas de ese mismo conflicto, veríamos a un embajador extranjero exponer de manera manifiesta su apoyo al Dr. José Francisco Peña Gómez, entonces candidato presidencial del PRD, y sin embargo el gran Líder de los blancos no fue presidente de la república.
Pero, la evidencia de los hechos en política, no es suficiente para disuadir las teorías conspirativas que florecen en las mentes creativas de muchos de nuestros conspicuos ciudadanos.
La política en la República Dominicana en el futuro cercano, será determinada como siempre, por los aciertos o por los desaciertos de los actores; pero la suspicacia y las implacables teorías conspirativas, les darán otra explicación a los resultados.
Para quienes nos guiamos, por los precedentes históricos y les damos más importancia al contexto general que a las particularidades independientes, la política seguirá siendo la misma ciencia, y la misma actividad que desde el comienzo de los tiempos ha determinado el alcance y el ejercicio del poder.
Ahora bien, hoy tenemos un elemento nuevo en el acontecer local y mundial; la situación del COVID-19 y sus consecuencias económico-políticas en la era “post-covid”; no hay que dudarlo, esto será determinante en economía y política.