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23 de abril 2024
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OpiniónFrancisco Rafael GuzmánFrancisco Rafael Guzmán

Abinader, PRM y los intereses de clase

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Hemos planteado, en más de una ocasión, que el Partido Revolucionario Moderno (PRM) es un partido con mucha conciencia de clase, con conciencia de clase de la clase burguesa. Es un partido que ha sido diseñado, organizado, para proteger los intereses de la burguesía que es casi de manera exclusiva la clase dominante, porque terratenientes quedan muy pocos. En efecto, existe pocos grandes propietarios de tierra que viven de las rentas, ya sea en el sur (Ocoa, San Juan, etc.), tal vez en el Este y en el Cibao Occidental, sin explotar o cultivar ellos mismos sus fincas sino que las explotan otros (aparceros) bajo el sistema de aparcería.

El PRM no es un partido policlasista, por lo menos no tiene esa mística, aunque para muchos incautos la prédica hipócrita de la lucha contra la corrupción sea un signo alentador. No es un partido que ha surgido para hacer reformas sociales importantes, si no para mantener la dominación  de la burguesía con una ficticia imagen de renovación, ya que lo si no hay dudas son las caras nuevas del presidente y los funcionarios. Faride Raful tal vez será una excepción, pero si ella está dispuesta a jugarse un rol diferente al de un partido que defiende los intereses del empresariado burgués que busque harina en otro costal.

El PRM no está pensando en intereses de los proletarios, los trabajadores asalariados explotados por el capital en las industrias, tiendas comerciales, empresas de servicios (hoteles, grandes clínicas privadas, etc.), fincas y bancos y ni en los intereses de los pequeños propietarios y de los profesionales e intelectuales. Eso de la organización y el supuesto apoyo a las MIPYMES es parte de un ardid del capitalismo para mantener la dominación de la burguesía, es especialmente un ardid del capital financiero para mantener su hegemonía  y mantener la reproducción de un modelo de economía de servicio sin desarrollo industrial en los países que otrora se llamaban del tercer mundo. Aunque no podemos negar que hasta cierto punto algunas pequeñas empresas tienen un papel importante en el empleo remunerado.

El PRM no es el PRD que Juan Bosch dirigía y luego dirigió Pena Gómez, ambos fueron dos líderes populistas, y ambos fueron  líderes populistas porque en sus momentos creyeron en las reformas sociales basamentadas en las alianzas de clases, aunque Bosch dio muestras de que renunciaba al populismo cuando salió del PRD para avanzar ideológicamente al marxismo, lo que debilitó su liderazgo y significó un costo político.

Se puede decir que al  término populismo hoy en día se le ha querido dar un contenido conceptual que era no el que tenía originalmente, ya que hoy se le llama populista a todo gobierno que sea atípico al modelo de democracia occidental, sea de izquierda o de derecha, pero ese contenido se le ha querido dar para satanizar a todos los gobiernos que son atípicos y no comulgan mucho con el neoliberalismo, pero a este es al que debemos satanizar ya.

Nadie piense que el PRM va a hacer reformas, el que lo crea debe estar loco, pese a que muchos votaron por ese partido, la lucha contra la corrupción no va servir de mucho. A diario podemos decir que los empresarios hacen cosas permitidas por las leyes que aunque no parezcan corrupción es corrupción, porque se descompone macerando a una clase o a un sector de la sociedad y descomposición es corrupción, pala esta última que viene de la biología con ese significado.

Es corrupción evadir impuestos y es corrupción la exención de impuestos a quien debe pagarlos aunque haya una ley que les exima del pago de los mismos. Es corrupción el depositar dinero en paraísos fiscales, pero también las grandes ganancias de las AFP y las ARS, como las ventas de productos a sobreprecios sin controles de los precios por parte del Estado. Entonces, la lucha no puede ser contra la corrupción en la administración pública, si no el cambio del modelo neoliberal por otro.

La eclosión del movimiento cívico  Marcha Verde solo sirvió para que el PRM ganara las elecciones, el partido de la gran burguesía (mayoritariamente la de los servicios), pero este no quiere y ni se atreve a romper con el modelo neoliberal vigente y ni con la hegemonía de la burguesía financiera que lo sustenta. El PRM es un traje hecho a la medida de una burguesía muy consciente de sus intereses, clase que lo que piensa es en plusvalía y piensa por dónde anda la tasa de la ganancia.

El PRM apunta a no tocar al capital financiero y su hegemonía en la sociedad, sin hacer recortes a la dominación burguesa y a las grandes ganancias del capital, macerando y expoliando la fuerza de trabajo. Al amigo Tony Raful le recuerdo que él sabe que así no se construye un nuevo Estado.

En una jerga más esotérica que sociológica, Sygmunt Bauman llamar modernidad liquida a la época o sociedad actual, pero otros han llamado al capitalismo de hoy día prevaleciente en casi todos los países capitalismo flexible, el cual se puede llamar salvaje. Es flexible para el capital mancillar o macerar la fuerza de trabajo, donde quiera que esta se localice, desplazando rápidamente sus inversiones porque las reformas políticas que ha sufrido el Estado así se lo permiten y le permiten despedir a sus trabajadores sin grandes prestaciones, cuando mueven sus empresas. Eso es lo que el PRM parece defender.

Por Francisco Rafael Guzmán F.

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