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24 de abril 2024
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OpiniónClemen García DClemen García D

A Franklin

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¡Y bueno, ese es Franklin!

Sin apellidos ni grado académico ni protocolares presentaciones. Es Franklin, de boca dura pero de un inmenso corazón. Buen padre y esposo, solidario, maestro y mentor de muchos de nosotros que hoy día militamos en el partido, pero además, dueño de una cabeza y cerebro con vida propia.

Vive en el mismo sitio; tiene a Josefina, su esposa, cómplice y mejor aliada de siempre. Disfruta de la lectura, de la caída de un aguacate en el techo de su casa, de una buena tertulia y buena música. Ni hablar de sus condiciones morales y éticas.

Ama a sus perros, y cada día entiendo mejor por qué.

Admiro la incontenible capacidad que tiene para hilvanar ideas de calidad. Coordinar y conformar disímiles grupos de trabajo es su pasión. Actualizarse de acuerdo a los tiempos es su reto diario, porque su verdadera motivación es transferir ese conocimiento a los demás.

Podemos estar de acuerdo o no con él, pero es justo reconocerle que no se amilana ante nada. Fiel y leal hasta morir. Frontal, metódico, disciplinado y con una capacidad de trabajo envidiable.

¿Irrespetuoso? No lo creo, no es su naturaleza. Defensor de sus ideas y convicciones, si. Ha sido el único que de manera pública se ha atrevido a enfrentar y confrontar toda clase de martingala que lleve al sistema democrático a sucumbir.

Dañar o hablar mal del camello no es su estilo, porque sería hablar de él mismo. Solo hay que recordar que Franklin es un referente de la historia política del peledeísmo. Es sin duda alguna de los saurios que aún mantiene dignidad.

Creerse que por estar en la nómina estatal se le pondrá límite a su criterio, o subordinarlo a una idea que va en contra de sus principios, es no conocerlo. Y el Presidente lo conoce de sobra, son muchos años juntos en esas lides.

Recordarle a todos los actuantes del sistema que intentar una nueva modificación constitucional con fines reeleccionistas no es sano ni prudente esta vez, no puede considerarse un agravio.

Advertirles a los que hace un par de años –por el inquilinato temporal del Palacio que el poder brinda- sienten el derecho de amedrentar voluntades, tampoco es un desafío. La advertencia se vuelve necesaria cuando algunas conductas laceran y podrían poner en peligro la paz democrática.

Franklin se suma al lado de la mejor causa en este momento: no permitir que se juegue al resquebrajamiento del orden institucional, y que se cumpla con lo establecido en los 15 puntos firmados en Juan Dolio. No lo veo mal, ni tampoco atenta contra el debido respeto a sus compañeros.

El gobierno está en su derecho de nombrar y sustituir. Pero resulta sintomático que todos los medios mantuvieran la sustitución de Franklin Almeyda como noticia principal y tendencia en las redes habiendo un nombramiento importante como lo es el de Educación.

Es un hueso duro de roer, y a muchos nos encanta. ¡Te queremos, Franklin!

Por: Clemencia García Damirón

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