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24 de abril 2024
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OpiniónRoberto LafontaineRoberto Lafontaine

12 de octubre: Inicio del “mito emancipador de la Modernidad”

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Fecha de triste recordación, ya que da inicio a la Modernidad; con ella, a la implementación de una mitología encubridora e irracional que en más 500 años de historia ha pretendido imponer a las culturas, sin tomar en cuenta a las personas, un proyecto univoco y hegemónico, una falacia desarrollista justificadora del uso sistemático de la violencia para la emancipación humana, reciclable en el tiempo de acuerdo a las circunstancias y garante de la producción y concentración de los recursos necesarios para sustentar el bienestar humano en  las grandes economías del globo.

El impacto en la historia del devenir humano de aquel aciago día es tal que, después de siete mil años de evolución, desvió hacia el oeste el movimiento natural del desarrollo de las culturas al este, de paso y por primera vez en la historia, Europa, periférica territorial y culturalmente, con una población rural de formación militar en tránsito a definir un modelo de organización social y política del Estado, arrebata a África y Asia  la centralidad del desarrollo comercial, industrial, tecnológico…

El impacto humano fue inconmensurable,  sencillamente se borró de la faz de la tierra a poblaciones que cincuenta mil años antes, migrando desde el continente asiático atravesaron el estrecho de Bering humanizando el hoy Continente Americano, a un nivel tal, que en el momento del inicio de la invasión Moderna habían logrado coexistir en un desarrollado modelo de  organización política garante del estado de bienestar  de todos los habitantes.  El histórico cinismo de las elites de poder es tal que aquel momento  fue denominado como Descubrimiento y el objetivo de la conquista y colonización posterior, emancipar la condición humana de sus originarios pobladores.

Cada 12 de octubre, todo latinoamericano debe evocar la heroica resistencia de los nativos de este continente al inicio de la implementación de la “mitología emancipadora de la Modernidad”.  Estas atrevidas líneas tienen por objetivo facilitar dicha pretensión, para lograr lo propio sirve de apoyo la conferencia que para el centenario del descubrimiento diera el más ilustre pensador latinoamericano, creador del movimiento de la Filosofía de la Liberación, Dr. Enrique Dussel.

La heroica resistencia se inicia en la Hispañola, hoy denominada República Dominicana: “Fue Caonabo, en el Cibao, el que resistió al robo de las mujeres de su pueblo perpetrada por los españoles dejados por Colón en el fuerte de Navidad.  Estos robaban, violaban, mataban indios.  El cacique se dirigió al fuerte y ajustició a los invasores.  Fue el inicio de la resistencia en el continente.  Rico en oro, se le impuso al Cibao un tributo en el mismo metal.  Cada indio que había pagado el impuesto llevaba colgado al cuello una moneda de cobre marcada en el momento de pago.  Siendo imposible pagar la fuerte cantidad que se les pedía, Caonabo se rebeló para suprimir dicha manera de probar el tributo, y comenzó a organizar una guerra en regla.  No pudiendo vencerlo por las armas, dada la habilidad del cacique, se logró dicho fin con una traición, -simulando entregársele un regalo Colón, se lo aprisionó y se lo llevó a Santo Domingo.  Fue enviado posteriormente a España y se ahogó en el Atlántico por el hundimiento del barco que lo transportaba.  Todos los caciques ofrecieron resistencia; lucharon durante años y de diversas formas.  De todas maneras, uno por uno fueron vencidos.  Aceleradamente se acabó la población indígena.  Solo Guaracuya, llamado en tiempo de su educación juvenil por los franciscanos “Enriquillo”, resistió en las montañas, con un inteligente sistema de guerrillas, no pudiendo ser apresado nunca y muriendo victorioso.  De todas maneras en el primer Sínodo de 1610 en Santo Domingo, el obispo dice que no hay disposiciones sobre los indios, “porque no hay ningún  indio en la isla”-todos habían sido exterminados-.  Debe recordarse, además, que la primera rebelión de los esclavos africanos del continente americano se realizó en 1522 en Santo Domingo, en los dominios de Diego Colón, hijo del almirante’’.

Continua Dussel, aunque solo recordando actores por razón de espacio,  “Siguiendo paso a paso el desarrollo de la resistencia en todo el continente, en Cuba, es de recordar al heroico cacique Hatuey; en Puerto Rico, a los caciques Agüeibana y Mabodonoco; en Veragua y Darién (Panamá) donde la conquista fue sangrienta, sobresalió Cenaco, y sobretodo el cacique Urraca; en Nicaragua, el cacique Nicaroguán; en México, junto a Moctezuma sea de recordar a Xicontencatl, Cacamade Tezcoco y los cientos de miles de soldados que mueren en todas las ciudades náhuatl que rodean a México y que resisten hasta el ajusticiamiento del joven Cuauhtemoc.  Una de las resistencias más heroicas, se registra hasta el suicidio de pueblos enteros antes de entregarse a los invasores.  De los Mayas se recuerda a Tecúm  Uman a Jacinto Canek; Honduras a Lempira; en Venezuela es de recordación los caciques Guaicaipuro y Yaracuy y de Colombia a Tundama de Duitama”.

“En el Tahuantisuyo, el Perú de los incas, se recuerda a Atahualpa, Rumiñahui, Quizquiz, Calichima, Manco Cápac quien atacó por ocho meses al Cuzco hasta refugiarse en Vilbamba en las cordilleras andinas; de hecho, el Machu Pichu, territorio de refugio incaico en los Andes, nunca fue conquistado.  La rebelión de Túpac Amaru fue la última de grandes proporciones, aunque nunca dejaron de resistir”.

“No se puede dejar hacer mención de la quema de la ciudad de Buenos Aires por los querandíes y guaraníes, tampoco de los calchaquíes que resistieron en el norte argentino y los indígenas nómadas que resistieron a todo lo largo y ancho del territorio de las Pampas y a los mapuches chilenos que lucharon en la Patagonia, vale recordar a Lautaro y Cariñuncu”

En el transcurso de esta firme resistencia es de esperar la aceptación de la trágica predicción de haber llegado el momento del ‘’fin del mundo” que pendía en la subjetividad de los originarios pobladores de las tierras americanas.  Aunque nunca perdieron la dignidad como se puede deducir de la lectura del dialogo entre  los tlamatinimes (indios que habían cursado todos los niveles del proceso de formación académica) y los doce cultos misioneros franciscanos, recogidos por Dussel del manuscrito de los “Colloquios y Doctrina Cristiana”, un ejemplo de contraste del fundamento filosófico entre la razón “del Otro (oprimido y periférico) y el discurso (opresor y central) de la Modernidad”; desarticulados los franciscanos de toda argumentación lógica justificativa del uso de la violencia para la emancipación humana, para concluir, los tlamatinimes expresan: “Aquí están [estás razones], los señores, los que gobiernan, los que llevan y tienen a su cargo todo el mundo (cemanáhuatl).  Es ya bastante el que hayamos perdido nuestro poder, que se nos haya quitado, que se nos haya impedido nuestro ejercicio.  Si en el mismo lugar permanecemos sólo seremos prisioneros.  Haced de nosotros lo que queráis.  Esto es todo lo que respondemos.”

Así inicio la imposición del “mito emancipador de la Modernidad”…

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