América Latina históricamente ha vivido un verdadero drama con su liderazgo político y que probablemente ha sido la principal causa de sus reiterados retrocesos institucionales. Toda permanencia prolongada termina siendo caudillista.
Y nuestros partidos políticos siempre han tenido liderazgos largos, y en consecuencia los gobiernos han ido y venido sin renovación. Incluso, la vida institucional del Estado envejece como envejecen las personas, cuando debería ser lo contrario.
Es frecuente ver cómo América Latina vuelve a repetir con las mismas figuras en el poder, como si no se dispusiera de opciones. La sociedad vuelve a votar por pasados gobernantes frente a las frustraciones de los que nos gobiernan.