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19 de abril 2024
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OpiniónErnesto JiménezErnesto Jiménez

¡Mejor prever hoy que lamentar mañana!

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“No se puede escapar de la responsabilidad de mañana evadiéndola hoy”. Abraham Lincoln

En su obra “Lo que se ve y lo que no se ve”, el economista francés Frédéric Bastiat, estableció que los fenómenos económicos tienen consecuencias que en principio son bastante fáciles de apreciar, pero las subsiguientes ramificaciones que estos eventos generan suelen ser menos evidentes. Por esta razón, este mismo autor indicó que es el trabajo de un buen analista identificar aquellos elementos que debido a que sus efectos se manifiestan a mediano y largo plazo, usualmente, no se ven.

Esa famosa reflexión de Bastiat es especialmente oportuna en momentos en que la República Dominicana se encuentra inmersa en un importante debate económico en torno a su sostenibilidad fiscal. Resulta que, dentro de las teorías y posiciones encontradas existen importantes argumentos que advierten sobre las implicaciones presentes de la política fiscal del Estado, pero observamos con preocupación, que en numerosas ocasiones se obvia el impacto mayor que tendría para las futuras generaciones las decisiones que se toman hoy.

Existen múltiples ejemplos de las fatídicas consecuencias de no prever el impacto que tendrá en el futuro las decisiones presentes en materia fiscal. Uno de los casos más ilustrativos es la reciente crisis económica griega, pues esta bella nación, cuna de la civilización occidental, por décadas estuvo disfrutando de una calidad de vida que no tenía capacidad para financiar, y en adición a esto, sus autoridades ocultaron el nivel real de su deuda pública (llegó a 183 % del PIB) y sus sucesivos déficits fiscales (12.3 % en 2009), para de esta forma evitar, las repercusiones negativas que tendría el conocimiento de estos datos ante los mercados internacionales. De todos modos, los desequilibrios estructurales de su economía salieron a la luz pública y el resultado de la irresponsabilidad fiscal del Estado griego tuvo un precio mucho mayor del que hubiese tenido si se hubiesen tomado las medidas correctas a tiempo. Para entender lo que esto representó para el pueblo heleno, basta señalar que en el 2011 la economía se contrajo un 9.1 %, el desempleo aumentó a un 26% y la tasa de pobreza llegó a un 30 %. ¡Toda una tragedia!

A pesar de las enormes diferencias económicas y sociales, la República Dominicana debe estudiar detenidamente el ejemplo griego, pues, no obstante la deuda pública ser de un, para nada desdeñable, 49.7 % del PIB (acorde al Banco Central); los continuos déficits fiscales, en años de robusto crecimiento económico, evidencian serios desequilibrios que deben ser tomados en cuenta. Cabe destacar que dentro de estos desequilibrios fiscales a los que hacemos referencia se encuentra una estructura impositiva regresiva que se ampara principalmente en impuestos ad valorem (ej. ITBIS), lo que graba con mayor dureza los bolsillos de la clase media, aquellos a los que Graham llamó “El hombre olvidado”.

El panorama se torna aún más delicado cuando observamos que estos impuestos al consumo, sobre los que descansa gran parte de la estructura impositiva nacional, aunque son más fáciles de recaudar, tienen una tasa de evasión que supera el 40 % (Datos DGII), y unido a esto, el gasto tributario se estima superior al 6.5 % del PIB, lo que representa más de 4,250 millones de dólares. Lo cual es sencillamente injustificable para un país que cuenta con una presión tributaria de apenas un 14 %, lo que a todas luces es insuficiente para financiar los ingentes compromisos del Estado y, por lo tanto, es fiscalmente insostenible.

Ahora bien, ante esta compleja realidad rememoramos a Lenin para preguntarnos, “¿Qué hacer?”. La primera y más importante exhortación va en el sentido de mostrar voluntad política para actuar con responsabilidad. El Estado debe entender que hay medidas impostergables que deben ser implementadas sin mayor demora, entre las que se encuentran: reestructurar la base impositiva, simplificar el sistema tributario, reducir las exenciones fiscales, mejorar la calidad del gasto público, reducir los empréstitos para cubrir gastos corrientes, seguir avanzando en transparentar las finanzas públicas y posibilitar un gran pacto fiscal.

En definitiva, ha llegado el momento de tomar decisiones que pudieran parecer poco agradables, pero que más adelante, redundarán en beneficio de la sociedad. Ojalá los poderosos que dirigen esta nación entiendan que, si prevemos las consecuencias económicas de las decisiones de hoy, garantizaremos un mejor mañana para la Patria.

 

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